Este es un ensayo que hice para mi clase de Competencia Comunicativa; lo comparto aquí porque la verdad me gustó mucho cómo quedó y lo siento digno de ser leído fuera del ambiente académico. No es nada profesional, pero disfrútenlo. Críticas, correcciones, elogios, todo es bien recibido.
García, Nuevo León, a 11 de Octubre de 2011.
Escribo sobre la locura porque, de todas las enfermedades de las cuales soy capaz y tengo permiso de escribir, es la que menos comprendo a nivel médico, pero la que siento más cercana a mi existencia, y de la cual me siento enfermo, si se puede decir así, gran parte del tiempo.
La razón puede existir sin la locura, más la locura no puede ser sin la razón, con la cual es comparada, medida y, en base a ella, clasificada: la verdad y el orden como cualidades pueden ser tales sin un antagónico; más la locura no puede verse como locura sin una idea del orden, la verdad y la razón.
¿Y qué es la locura? Comúnmente se clasifica así a las personas que no entran por sus sentimientos, pensamientos, procederes o ideales, dentro de la “normalidad mental” que se supone comparte la mayoría de la gente. Con sentimientos y pensamientos podemos abarcar las fobias (grandes miedos irracionales a algo en específico) y las manías (idea impulsiva y compulsiva que no permite pensar claramente en nada más), así como los estados de gran euforia, ira y tristeza. Cuando una persona traspasa los límites que implícita e inconscientemente como sociedad nos condicionamos, se dice que esa persona ha perdido la cordura (su columna en la vida, sin la cual todo se derrumba en un sinsentido): tanta fue su alegría cuando su equipo metió gol, que arrancó la butaca y la arrojó demostrando su felicidad. Se enfureció con su mujer por haberle mentido de tal forma que, con una mirada furtiva halló el cuchillo y en dos movimientos felinos acabó con su vida. Su novia le ha dejado, y terminaron en muy malos términos, con palabras ofensivas de parte de ella y humillaciones de parte de él; ahora sólo piensa en la muerte…
Tal pareciera que se escribe esto desde el lado de la más perfecta rectitud mental ó en pro de ella, más es el ferviente, casi obsesivo espíritu de conocer más de la locura y, en mi locura al escribir, conocerme más a mí mismo y de paso creer conocer a los demás. Será difícil usar herramientas tan racionales para mí como la lógica, dentro del marco de todo un desequilibrado para dar sentido a nuestra surrealista visión (hablo por mí y mis hermanos mayores en enfermedad). Digo que soy un loco y un desequilibrado porque, a pesar de que la razón puede existir sin locura, y por lo tanto la locura tiene posibilidad de ser extinguida, la humanidad jamás ha estado ni estará en el tan siempre buscado y redefinido equilibrio mental, por el hecho de poseer libre albedrío, o la capacidad de decidir, crear y destruir a su manera, tomando de timón sus instintos, nuestros sus o cualquier cosa que se quiera. Si es así, si la existencia no es más que el colectivo de seres que razonan cada uno a su manera y hacia objetivos tan dispares, ¿Por qué nombrar a la razón como algo mucho más firme, tangible y cierto que el siempre movedizo maremoto que es la locura como existencia primordial?
La locura es el flujo continuo y sin discernir de ideas y sentimientos por parte del hombre; se puede decir que es así como nace y se desarrollaría, como un loco, hasta el momento (quizá no real) en que la incipiente sociedad humana se percató de las cosas en común que los unía, así como de lo que los diferenciaba; y junto a ello, la idea del bien y el mal, lo que en esos nuevos grupos era conveniente o más seguro hacer, decir, pensar, sentir e interpretar la vida: de ser. Fue ese el momento en que se edificó un pilar en medio de las olas del pensamiento humano, un pilar de seguridad en el cual se podían asir y en base en él convivir todos, y rechazar, ridiculizar, estigmatizar a quien no lo hiciera, y se dejase llevar. Es ese pilar, la razón, la piedra que te ata y evita que navegues en tu propia corriente, o que mueras ahogado en ella, a cambio de una protección y una identificación dentro de un grupo que en forma básica teme dejarse llevar, y por eso han edificado ese monolito y se han aferrado a él.
Vieron aquellas personas, sobre la inmovilidad de su islote, la vorágine de figuras moverse de un lado a otro y, no por querer en verdad entenderlas sino por tener formas de llamarle, le llamaron locura a todo lo distinto, a la otredad. No hicieron distinción entre diferencias de comportamiento, corrientes de pensamiento, creativos, verdaderos enfermos entre obsesos, maníacos, deprimidos, apáticos, dementes, delirantes, catatónicos, valientes, fóbicos, desinhibidos y deformes, por nombrar a la gran mayoría.
Entre las concepciones más antiguas de la humanidad frente a la locura, la ligaban a un problema de origen divino: en la forma más directa, se decía que un Dios le ha alejado de toda razón como castigo por sus pecados; debieron ser grandes los desvíos del camino recto marcado por la religión como para que Dios le hubiera quitado lo que se podría considerar de lo más valioso para un hombre, que es la razón, ya que sin razón, se supone es vedada la posibilidad de encontrar a Dios; por lo tanto, era un doble castigo: no podía acceder al llamado de Dios, y era desterrado de entre los hombres por no acoplarse.
Y aquí viene lo interesante: se desterraba al “loco” por no asirse al tronco en común del cual se supone todos cuelgan y creen en su resistencia para vivir con miedos, pero más dignamente y en grupo; por carecer de razón podría, en su locura, atraer a alguien más a seguir su ejemplo o producir daño, por lo que se le desterraba o se optaba por otros dos métodos: el asesinarles, o encerrarles en lugares especiales para que, en un principio, muriesen por sí mismos, y muchos siglos después, ser estudiados por los científicos de las nacientes Psicología y Psiquiatría.
Sentimientos humanos llevados al límite también son equiparados o directamente nombrados locuras. Tal es el caso del enamoramiento, del amor… Dice Aleks Syntek en su canción Volverte a ver del disco De Noche en la Ciudad: “Volverte a ver, hoy daría medía vida por volverte a ver… No me sirve la razón si tú no estás aquí”. Es innegable que en el enamoramiento surge un cierto grado de apego hacia la persona amada, y hay un acoplamiento bastante notable entre una y otra, tanto a nivel químico-hormonal, como psicológico, llegando a niveles tales de confort en pareja que, en su ausencia, se muestran signos de síndrome de abstinencia, como cualquier droga o adicción. Y este ligero sufrimiento, por decirlo así, ha sido el ícono del verdadero amor en la cultura occidental: tanto el amor pasional truncado (Romeo y Julieta), como el apego a la pareja y el trastorno de la vida personal por la ausencia del otro; son distintos, pero van siempre de la mano. Cabe aclarar que en mi cosmovisión esto es producto de ultra-razonamiento, ó degeneración de la razón en camino de la locura enfermiza, y no de la locura pura, el estado primigenio de la humanidad.
Hay ocasiones en que el amor desaparece o queda en un plano inferior, dando lugar a una obsesión en la cual las ideas son erróneas y enfocadas fuertemente en la persona “amada” y, que si algo amenaza con romper ese paradigma, por ejemplo, una ruptura amorosa, el obseso entra en modo de defensa y busca defender su modo de pensar, incluso en contra de la persona amada. Un ejemplo bastante ilustrativo es el caso de Diego Santoy Riverol y su ex-pareja, Erika Peña Coss; no se tiene bien definido lo que llevó a Santoy a actuar como lo hizo, pero hay una canción del grupo Panda, So violento, so macabro de su disco Amantes Sunt Amentes, que intenta interpretar los sentimientos e ideales del Asesino de Cumbres. Se llega a la ira incontenible y la meticulosidad a la hora de actuar con crueldad para asesinar a dos niños ajenos al cuadro amoroso, demostrando algo que en alguna ocasión estuve cerca de conocer personalmente, para darle sustento y alimentar nuestra red de ideas; para hacerla válida por cualquier vía. Me doy la libertad para contar que Erick Azur, uno de los niños asesinados ese 2 de Marzo, era estudiante de primaria del Instituto Fray Margil de Jesús, en el cual yo cursé la secundaria; y su hermana, María Fernanda, iba apenas a entrar al kínder el siguiente año escolar…
¿Cuál es la diferencia entre lo que acabo de llamar ultra-razonamiento y la locura? En que las consecuencias de la primera son fruto de un razonamiento el cual recurrió a vías alternas para hacerse válida sobre otras cuestiones, cual si fuera un cáncer que a la fuerza busca imponerse en el cuerpo sano, incluso si hay que eliminarlo… Pero profundizar en el ultra-razonamiento metaforizado como cáncer no me corresponde a mí, pero espero que en un futuro se trate este tema, quizá en el ensayo de otro.
Hago énfasis en la diferenciación, ya que dentro de la locura no hay forma de lastimarse o lastimar conscientemente, ya que es algo que nace de e incumbe sólo a uno mismo; en el ultra-razonamiento se llega a la conclusión premeditada de conseguir algo, sin importar nada más, así como hizo Adolf Hitler con parte del movimiento nazi al tratar de eliminar a cualquier raza supuestamente inferior y peligrosa para la supremacía aria… A mi forma de ver las cosas, si tan superior era la raza aria sobre, por ejemplo, la judía, podrían generar tanta “pasta” ellos quisieran y quitar del mapa a los banqueros semitas que amenazaban con dominar la economía mundial, eso sin contar que no es motivo suficiente para justificar el odio irracional a los judíos.
No sé qué lamentar más: la manera en que muchas personas con problemas mentales eran tratadas a inicios de la época después de Cristo, o cómo fueron tratadas en los famosos sanatorios en el siglo XX. Como he dicho antes, a la gente que no seguía a la razón, junto con las personas con deficiencias mentales, eran expulsadas del núcleo social por representar algo que les era ajeno e incomprensible, algo que no debería ser así, por ende, algo que amenazaba la integridad del grupo, y debía ser eliminado. Si esos desterrados volvían, seguramente eran lapidados, o mínimamente evadidos por todos, si es que no se les ridiculizaba; recordemos que la locura se tomaba como castigo divino (sobre todo en la cultura hebrea de la Biblia), así que debieron tener el mismo trato que se les deba a los leprosos. Hay casos de supuestas posesiones demoníacas que seguramente no eran más que ataques de epilepsia relatadas en los Evangelios; esto lo nombro para que también sea tomado en cuenta.
En la América prehispánica, por lo poco que se sabe, a la disfunción cerebral o locura se le veía no sólo como algo en lo cual los dioses tenían influencia o directamente generaban, sino que se le daba un abordaje médico: tenemos muestras de cráneos trepanados; más no se sabe si fue para liberar la presión de un líquido sobre el cerebro, o era una forma en la cual obligaban a salir a la locura o su causante del paciente, o introducir alguna sustancia que pudiese mejorar su estado.
Siempre se ha utilizado con bastante ligereza el concepto de locura entre las personas cercanas a mi persona, sobre todo las de mi generación; llamamos a alguien loco incluso con una sonrisa en la boca cuando determinamos que algo que nos cuenta o que hace se sale un poco de nuestro campo de experiencia, lo cual nos da ahora algo de hilaridad; aunque casi cualquier comportamiento llamativo, sea su intención serlo o no, si lo consideramos extraño y la vez gracioso, es una locura (y lo que me da más risa aún es que se nos considere más locos aún a quienes nos reímos de esas locuras, más desviados del camino recto; siento que nos ven como asnos -y no me siento distinto de ellos-).
El loco patológico en sí no puede ser un loco, es sólo una persona con una alteración mental, que puede ir desde una descoordinación corporal, defectos sensoriales, incapacidad o ralentización para llevar a cabo ciertos procesos del pensamiento, descontrol involuntario de sus emociones, cortocircuitos que provocan convulsiones, entre otras muchas sintomatologías; es por eso que no profundizo demasiado en la patología de la locura, porque siempre las he separado desde un principio; son cosas distintas.