Tendría que remontarme a mi más tierna infancia para mostrados como era sin los ojos pintados. Así es. No me gusta nada maquillarme. Ni me gusta ni se me da bien, pero lo de pintarme los ojos es otra historia. Ya en la juventud, despuntaba. Y ahora la experiencia es un grado.
Cualquier momento es bueno para un retoque; semáforo en rojo, rápidamente bajas el espejo y zassss ¡ojo pintado! Guiñas al de al lado y metes primera. ¡Los ascensores! ¡Benditos ascensores! con esos espejos de arriba a abajo, ¡lo bien que se pinta una en ellos! Por la calle, en cuclillas y con un miniespejo sobre las rodillas, ¡perfect line! El caso es llevar la raya bien pintadita.
De hecho de tanta pintármela, luce cual tattoo, porque por más que me desmaquillo, el resto de la humanidad sigue viéndome con ella. Vamos, que están tan acostumbrados, que si no me la pinto, se la imaginan, ¡qué más da! A mí lo que me importa es el resultado final. El caso es llevar la raya bien pintadita, o que se la imaginen.
Es de los productos que compro de dos en dos, porque sé que siempre voy a necesitarlo. Para pintar un rizo en la frente a Elena en su despedida, para apuntar cualquier cosa en mi Moleskine, para recomendarlo....Y fue hace unos días cuando al ir a comprar de dos en dos, la dependienta de una conocida droguería perfumería del centro me recomendó "EyeArtistKajal" de Astor, de larga duración y resistente al agua. Ahora, es mi tesoro.