Revista Cine
Na Srebrnym Globie, 1988 (o una maravilla inconclusa de Andrej Zulawski).
Publicado el 18 mayo 2010 por CrowleyAlgunas veces (más de las que deberíamos) nos gusta complicarnos la vida, no me lo van ustedes a negar.
Clasificar lo inclasificable es una tarea prácticamente imposible, por mucho que los aficionados a esto de "escribir" nos empeñemos tozudamente en ello. Y si tratamos de hacerlo sobre un director de cine como Andrej Zulawski, la tarea se desvirtua y se convierte en una gesta digna de un kamikaze. Porque Zulawski es eso, un director inclasificable, a contracorriente y un kamikaze del celuloide que hace lo que tiene que hacer sin importarle en absoluto las consecuencias.
Pues bien, hoy me complico la existencia y me dispongo a hablarles de Andrej Zulawski y su (inconclusa) película "Na Srebrnym Globie" (cuya traducción a nuestro idioma sería "EL globo de plata").
El cine de Zulawski tiene unos patrones muy claros y definidos. En sus films se mezclan realidad y ficción sin que quede bien definida su separación y el talento puede apreciarse en cada toma, en cada fotograma, al igual que el mal que habita en ellas. Su cine no es fácil de digerir, más por su visceralidad que por su posible complejidad (que no existe en demasía salvo en esta cinta, he de aclarar) y sus personajes son seres perdidos en un mundo malvado que no comprenden, en el que viven como si todo les fuese ajeno y contra el que no tienen más remedio que rebelarse. Los protagonistas de sus historias son seres atrapados en un amor que les consume y les hace más mal que bien, que les drena la energía vital como si de un parásito se tratase. Unos personajes que se ven abocados hacia la destrucción de la familia como institución y que abraza, voluntaria o involuntariamente, a la otredad del individuo como ser ajeno a cuanto le rodea.
Hay un momento concreto en la vida de Andrej Zulawski que es determinante para que desarrollara su labor tras la cámara de la manera en la que lo hace. Nacido en Polonia, decidió marcharse al país en el que había estudiado cine, Francia, donde encontró la libertad creativa que buscaba para rodar sus películas (no como en su país de origen, donde las productoras le ponían demasiados impedimentos para lo que él quería llevar a cabo, censurando y cortando lo que no creían necesario o conveniente). Allí, en tierras galas, a mediados de la década de los 70, concibió la increíble y desgarradora "L'important c'est d'aimer". Ante el éxito y la indiscutible calidad de este film, los dirigentes de Polonia (reocordemos que en aquella época, Polonia pertenecía al bloque socialista-comunista) recapacitaron y le pidieron volver a trabajar en su patria. Las condiciones, carta blanca para dirigir las películas que quisiera, de la manera que quisiera, con la temática que le diera la gana y sin limitación de fondos. Lógicamente, aceptó y dirigió la película que nos ocupa. O al menos lo intentó.
"Na Sewvrnym Globie" está basada en una serie de libros que su tío-abuelo Jerzy Zulawski escribiera, entre 1901 y 1911, para la saga de "La trilogía lunar". Una saga espacial futurista, adelantada a su época y que nos narra la vida de varias generaciones de una familia y su estancia en la Luna. Aquí, según he podido leer, el guión está algo modificado (me van a disculpar, pero no he podido leer la trilogía en cuestión, así que no puedo decirles si hay mucha diferencia entre libros y película, ya que estos libros no se encuantran traducidos ni al castellano ni al inglés que yo sepa) y podría decirse que más que un film de ciencia-ficción al uso, estamos ante una obra de ficción-filosófico-religiosa que nos acerca más a Tarkovski y sus paisajes desolados y apocalípticos de Stalker y a la cosmogonía de Alejandro Jodorowsky que a cualquier (y disfrutable) epopeya interestelar al uso.
Un grupo de astronautas se embarcan en una misión espacial, dejando la Tierra tras ellos y abrazando a las estrellas en el horizonte con intención de crear una nueva civilización. Tras un accidentado aterrizaje en un paraje desconocido, tres supervivientes (dos hombres y una mujer que se ve limitada al papel de madre obligatoriamente) logran asentarse y tener descendencia. Con el paso de las generaciones, los descendientes, nacidos y criados en ese primitivo terreno, van alcanzando un estado de involución educativa tal que acaban siendo una salvaje y brutal tribu que basa sus creencias en la religión, la simbología y la caza. La llegada de un astronauta y su videodiario les hará creer que se trata de un dios encarnado que ha venido para guiarlos hacia su destino.
Centenares de extras y figurantes, escenarios muy trabajados, cuidados, detallistas y dignos de cualquier superproducción de Hollywood, una fotografía exquisita e innovadora, un vestuario envidiable, viajes contínuos para localizar exteriores (Crimea, Gobi, el Cáucaso...), horas y horas de cinta grabada... Todo esto se quedó en nada cuando, a poco de llegar al final del rodaje, el Ministro de Cultura pudo ver algunos fragmentos del trabajo de Zulawski y sacó la conclusión que aquello no era sino una alegoría hacia el totalitarismo. Y eso, camaradas, no se podía consentir. Se decretó la cancelación del rodaje y se ordenó la destrucción de todo lo que se había hecho hasta ahora (incluyendo decorados, vestuario y película).
Y Andrej se vio obligado a abandonar de nuevo Polonia. Aunque esta vez no fue por decisión propia.
Con la llegada de la Perestroika, regresa a Polonia y con su vuelta, el deseo de terminar lo que años antes no le dejaron hacer diez años atrás. Ante la imposibilidad de terminar la película en condiciones (sin presupuesto para decorados, con algunos actores ya fallecidos y otros más viejos, sin posibilidad de conseguir los decorados y el mismo vestuario), optó por montar lo que tenía grabado y guardado y completar lo que falta con una narración en off.
Sin duda esta idea, que no deja de ser romántica hasta cierto punto y que demuestra un amor infinito hacia su trabajo, y los saltos en el tiempo y el espacio que provoca, hace que el film gane en cierta complejidad.
Na Srebrnym Globie es un majestuoso y poético viaje onírico-filosófico hacia la imposible y compleja historia de un demente, la genialidad irrepetible de un director que amará al cine para toda la eternidad. Un sueño teatral, gris, azulado, frío y cosmogónico en el que Zulawski nos sumerge, nos lleva, hasta la maldad agazapada en los confines del Universo y del que jamás querremos despertar.