Este viernes pasado tuve una vez más la suerte de reunirme con un grupo de buenos amigos para ir a cenar. La situación hubiera sido la de siempre de no ser por los recientes acontecimientos ocurridos en Catalunya, que llevaron a que la mayor parte de nuestra conversación tratara sobre el tema. De las seis personas que compartíamos mesa yo era el único que no mostraba una especial alegría por la reciente proclamación por parte del Parlament de Catalunya de la República Independiente de Catalunya. Durante toda la velada hablamos, en algún momento nos pudimos acalorar más o menos exponiendo nuestros puntos de vista y rebatiendo los argumentos utilizados, pero nos respetamos y nuestra amistad no se resintió para nada y sigue tan firme como antes de la cena.
Cómo hacer entender a mis amigos que no veía correcta la proclamación por parte del parlamento de Catalunya de la independencia, tras una votación que supuestamente venía legitimada por un anterior referéndum en el que los votantes de ese avasallador Sí sólo suponían un 37% del censo electoral y la casi nula participación del No. Mi argumento, sobre mi forma de entender la ilegitimidad de basar tan importante decisión en esa consulta ciudadana, no se sustentaba en un tema de legalidades o legitimidades del proceso en si, sino en querer hacer entender el motivo que pudo llevar a millones de ciudadanos a no querer participar por la simple cuestión de no darle valor al mismo. No creo correcto que existiendo unas reglas (las cuales podrán ser funestas y criticables), alguien pueda crear las suyas propias, sea por un motivo de mayor o menor peso, al margen de una gran parte de la sociedad y pretendiese que esa otra parte las diera por buenas y en este caso concreto haber ido a votar. Siendo más claros, ¿es legítimo dar por buenos los resultados de la consulta del 1-O, donde la participación fue muy baja, si quienes hemos etiquetado como constitucionalistas no le daban valor al referéndum y las reglas del mismo se hicieron al margen de esa importantísima parte de la ciudadanía, lo cual la llevó al no sentirse interpelada a excluirse del mismo?
Siempre he manifestado mi total desprecio hacia los fascismos, totalitarismos y ese imposicionismo tan desgraciadamente habitual en tantas seudodemocracias de este mundo. Me considero una persona demócrata, socialmente comprometida y cada día más cercana a las tesis libertarias. Por todo ello que siempre me he significado contra el deshumanizado liberalismo económico, el capitalismo y todos aquellos partidos políticos vendidos a los poderosos, en detrimento del proletariado y de los más débiles. Y es por estos motivos expuestos que siento un total desprecio por el partido que gobierna este país (España) y por todos aquellos que permiten su continuidad en el poder, sin olvidar que mientras sus políticas han dejado a millones de damnificados, para beneficio de unos pocos, esta gente se enriquecía gracias a la corrupción.
He apoyado el derecho de mi tierra a poder elegir libremente en referéndum su futuro, participé en el mismo, he manifestado públicamente la repugnancia que me causó la represión del estado hacia todos aquellos pacíficos ciudadanos que el día 1-O quisieron acudir a votar, he salido a mostrar mi indignación ante la violencia policial y la detención de aquellos que trabajaron para hacer posible esa consulta, y me repugna que el neofranquismo ponga sus sucias manos en las instituciones de mi tierra, pero lo que no haré es apoyar a aquellos que aprobaron leyes sin respetar a nuestro propio parlamento y han aprobado e impuesto la creación de un estado al margen de la mitad o una posible mayoría de la ciudadanía, y que en más de una ocasión nos han mentido y nunca han tenido la decencia de explicar claramente y de manera veraz cuales serán las consecuencias para el proletariado y el resto de los catalanes a corto y medio plazo de esta decisión.
Es evidente que este escrito no gustará a muchísima gente, algo que poco me importa. A buen seguro que algunos caerán en la tentación de querer etiquetarme, pues cuando una persona no comparte nuestros mismos ideales se tiende a hacerlo, y con todo lo sucedido en Catalunya se ha convertido en algo muy habitual el etiquetar e incluso sobre etiquetar (valga el ejemplo del propio President de la Generalitat, el cual pasaba en segundos de héroe a villano y viceversa). Y no sería de extrañar que se me descalifique, pues no son pocas las veces que en lugar de descalificar las ideas se tiende a hacerlo hacia quien las expone. Más todas estas cuestiones no podían mantenerme callado, pues cuando una cosa no me gusta, no la veo correcta, o considero que puede suponer un perjuicio para la ciudadanía y la convivencia, suelo intentar decir bien alto y claro lo que pienso.
La democracia no es y consiste simplemente en imponer la voluntad de las mayorías sino en dar voz y permitir que las minorías también se sientan representadas, y el Govern de la Generalitat ha actuado al margen de una parte de la ciudadanía de Catalunya cuyo número podría a llevarla a ser algo más que una simple minoría, y eso no me gusta. No olvidemos que en las pasadas elecciones al Parlament de Catalunya, a las cuales se les quiso dar un carácter plebiscitario, los partidos proindependentistas ganaron en escaños pero no así en número de votos, lo que llevó al entonces cabeza de lista en la CUP, Antonio Baños, a reconocer la derrota de los partidos independentistas en ese supuesto plebiscito y a descartar hacer una DUI. Por lo tanto este denominado “procés” nació de una reinterpretación de los resultados de las elecciones del 27/09/2015, ha cometido numerosos fallos, ha marginado a una minoría que podría ser mayoritaria y ha dividido innecesariamente a la población cuando las diferentes encuestas decían que un 80% de la población estaba totalmente a favor de poder decidir en referéndum el futuro de Catalunya, sin que nadie haya querido contar, negociar o buscar soluciones con buena parte de esa población, supeditándolo todo a los partidos políticos, donde la dicotomía ideológica sobre el tema difícilmente iba a poder permitir encontrar una salida negociada, lo cual a veces parece que a una y otra parte les ha venido muy bien para sus intereses.
MSNoferini