Aunque no soy muy dada a leer biografías, es más, creo que la única que he leído es la de Joseph Pulitzer en la universidad, me he animado a leer la de Fabiola de Mora y Aragón, la esposa del rey de Bélgica Balduino I, con el que contrajo matrimonio hace 51 años. Este libro se publicó en 2010 para celebrar el 50 aniversario de la boda.
El libro llegó a mis manos gracias a su autor, Fermín J. Urbiola quien, como yo, es periodista y de Pamplona, y que tuvo el detalle de enviármelo el pasado mes de diciembre casi como un regalo de Navidad y por lo que desde aquí aprovecho para darle las gracias.Tengo que confesar que era bastante reacia a leer este libro y que estaba casi segura de que no me iba a gustar. En primer lugar, porque no es mi estilo y, en segundo, porque no conocía absolutamente nada de la vida de Fabiola de Bélgica. No me gusta nada la prensa del corazón ni las historias de las monarquías europeas. Sin embargo, y en contra de lo que esperaba, el libro me ha gustado y me ha entretenido mucho. Sus 252 páginas están divididas en 50 capítulos y un epílogo muy cortos que facilitan la lectura, haciéndola ágil, amena y fluida. Además, también ayuda mucho que junto con la crónica que realiza el propio Fermín J. Urbiola se intercalen crónicas de periódicos belgas y españoles, cartas de Fabiola y Balduino y testimonios de amigos y familiares de los dos. Asimismo, otro aspecto que me ha sorprendido muy gratamente es comprobar que la biografía de Fabiola no se limita únicamente a una simple crónica rosa, sino que va mucho más allá y nos relata no sólo la vida de la propia Fabiola, sino también la historia reciente de España y de Bélgica. Me ha gustado descubrir y conocer la figura de Fabiola de Mora y Aragón, su infancia en el palacete de la madrileña calle de Zurbano, sus exilios en Biarritz y Lausana, sus vacaciones en Zarautz, San Sebastián y Motril, su relación con Navarra y con sus familiares y amigos, especialmente con sus sobrinos, que le llamaban tía Queen, su faceta como compositora y escritora, sus profundas convicciones monárquicas y cristianas, su carisma como una mujer moderna, independiente, con las ideas muy claras y muy inteligente o su afán por ayudar personalmente y de manera cercana a los más necesitados, tanto en Madrid como en Bruselas, ya fuesen enfermos, ancianos, niños o prostitutas. Pero si hay algo que me ha sorprendido es la historia de amor entre Fabiola y Balduino. Hoy en día sigue siendo un secreto cómo, dónde y cuándo se conocieron y cómo fue su noviazgo, pero me ha gustado conocer las distintas versiones que existen sobre esta historia y, sobre todo, la que se desarrolla en Lourdes y con la intervención de una peculiar Celestina, Verónica O`Brien, una enigmática irlandesa que obró el milagro de unir a dos personas que, según se decía en la época, estaban destinadas a pasar sus vidas ella en un convento y él en un monasterio. Otro aspecto que me ha gustado mucho es la sencillez, la discreción y la naturalidad de la reina Fabiola y, al mismo tiempo, su entereza, su fuerza, su tesón y su optimismo para hacer frente y superar cualquier desgracia, ya fuese familiar, política o personal. Nunca perdió la calma, nunca se derrumbó ni se dio por vencida. Siempre confió en la estabilidad y la felicidad que le aportaban su marido y sus creencias religiosas, lo que le ayudó a sobreponerse a los cinco abortos que sufrió y a la muerte del rey Balduino en 1993. Pero aún después del fallecimiento de su marido, una vez viuda, la reina Fabiola siguió dando muestras de su fuerte personalidad, su gran sentido del humor y su amor por la vida y por los demás. Precisamente una de las muchísimas anécdotas del libro que más me ha gustado es la de las amenazas de muerte que sufrió Fabiola. Durante varios meses, recibió cartas en las que un desconocido la amenazaba de muerte y le indicaba el día y la forma en la que cometería el atentado contra ella. Uno de los atentados se produciría en el Día Nacional de Bélgica de 2009 con una ballesta, como Guillermo Tell, y la reina asistió aquel día al desfile con una manzana. Ahí queda eso.