Baltasar Garzón sufrió esta semana en Santiago de Compostela el boicot de decenas de estudiantes nacionalistas y socialistas, muestra del creciente nacional-socialismo de estos enemigos del contraste de ideas, piedra angular de la universidad-universalidad.
El exjuez es otra víctima del nacionalizquierdismo que apoyaba sin imaginar que algún día le tocaría sufrirlo a él: con razonamientos parecidos a los garzonianos, ya tenemos los “escraches” consagrados como vehículos de la libertad de expresión, según la Audiencia de Madrid.
El de Garzón fue con gritos, pero hay otros con heridos; en algún momento concluirán con muertos.
Los “escrachistas” de Santiago demostraron estar cerca del grupo terrorista “Resistencia Galega”; por eso le llamaban “asesino” y “torturador” al exjuez que había perseguido a ETA, su envidiada hermana mayor.
Aunque se declaran antifascistas, son realmente nacional-fascistas, nacional-socialistas, o fascio-comunistas: encajan en cualquiera de estas definiciones.
Lo común es su conducta fascista, y recuérdese a la perenne Oriana Fallaci cuando escribió que “Hay dos clases de fascistas, los fascistas y los antifascistas”.
Últimamente las acciones más visibles en la universidades públicas carecen de razón y están dominadas por la pasión. Como en los peores tiempos de Franco, “Racionalismo, no, ¡Patria, sí!”.
El actual nacional-fascio-socialismo es ya una epidemia contagiosa nacida de los fanatismos nacionalistas, primero el vasco, luego el catalán y después el gallego. Caracterizado como socialista, es además leninista y defensor del castrismo y del chavismo.
Frente a esto, el actual patrioterismo fascioespañolista es menos audaz, aunque sus “escraches” son mucho más difundidos y denunciados.
El más notorio fue el de su docena de falangistas que en la pasada Diada, el 11 de septiembre, fueron a zarandear gente y a gritar “¡Arriba España!” en una librería catalana de Madrid: los detuvieron rápidamente, pese a que “solamente” hacían otro patriótico “escrache”.
------
SALAS