Falleció recientemente en Valladolid, donde había nacido hace 85 años, el teólogo más temido por el franquismo, más odiado por la ultraderecha católica, y más admirado por los heterodoxos españoles.
El jesuita Alfonso Álvarez Bolado había centrado gran parte de sus investigaciones en el nacionalcatolicismo que impuso una España negra de sotanas desde la Guerra Civil hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) de los clergyman.
Quien observe en países mahometanos el avance del islamismo, la ultraderecha religiosa, puede imaginarse lo que ocurrió en España con el nacionalcatolicismo, decía Álvarez Bolado.
La iglesia Católica, víctima de una brutal persecución izquierdista nada más nacer la II República, y hasta su final, creó como reacción personajes también fieros y brutales que se tomaron el triunfo de Franco como una revancha, física y espiritual.
El catolicismo más cerril no era sólo la doctrina reinante, sino que se le imponía a quienes no tuvieran esa creencia, en muchos casos los familiares de herejes, ateos, masones, socialistas, anarquistas o comunistas, muchos de los cuales ya habían sido fusilados.
Todavía viven personas que recibían brutales palizas, encarcelamientos y persecuciones sólo por no ir a misa.
No era un jihadismo católico suicida y asesino en serie, pero sí comparable al fanatismo de los actuales Hermanos Musulmanes, de apariencia razonable y persecución brutal del disidente.
Esta historia real sería poco conocida si no la hubiera narrado desde dentro este jesuita, Álvarez Bolado, en dos estudios canónicos: “El experimento del nacionalcatolicismo (1939-1975)” y “Para ganar la guerra, para ganar la paz. Iglesia y guerra civil 1936-1939”.
El nacionalcatolicismo del exaltado cardenal franquista, el catalán Pla y Deniel, desapareció porque la iglesia Católica obedece a una autoridad única, y el Concilio cambió su conducta.
Algo imposible en el islamismo, especialmente el sunita, porque cada imán crea su propia doctrina, la más brutal e inhumana posible, como ahora.
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