Revista Opinión
No se trata de creer que todos los individuos son iguales, pero sí de que tienen iguales derechos. Un grupo o conjunto de individuos puede tener distintas facilidades que otros, pero no significa que aceptemos discriminar ni crear guetos. Reglas iguales, normas iguales, derechos iguales para todas las personas... ciudadanos, sin abrir las puertas a los privilegios.
Apartheid en España. Xavier Vidal Folch. El País 26-04-2016 Oriol Junqueras y Lluís Llach militan contra la coeducación que tanto costó alcanzar en la Transición
Lluís Llach apoya la segregación escolar entre niños y niñas Vicens Giménez Oriol Junqueras y Lluís Llach están a favor de la segregación escolar entre niñas y niños. Por su actuación —importa menos lo que piensen—, militan contra la coeducación, que tanto costó (casi) alcanzar en la Transición: quizá para denigrarla por reaccionaria.
Como diputados autonómicos, acaban de votar en el Parlament contra la moción que proponía suprimir las subvenciones a los colegios concertados que practican el apartheid escolar sexista.
Por suerte, la mayoría votó en favor de la igualdad, excepción hecha de convergentes, populares, el republicano y el cantante. Por suerte: para la causa de revitalizar el principio de no discriminación por razón de sexo (o de creencias religiosas, origen étnico o ideas políticas). Discriminar consiste en aplicar reglas diferentes a situaciones comparables, define el Tribunal de la UE. ¿Es que las niñas no pueden compararse intelectualmente a los niños?
Ese principio brilla en la Constitución (artículo 14); en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1, 2, 7); en el Convenio Europeo (17); en el Tratado de la Unión (Carta de Derechos Fundamentales, 20,21,23). Pero la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa, LOMCE, tras reiterarlo, lo conculca: “No constituye discriminación (...) la organización de la enseñanza diferenciada por sexos” (artículo 84.3).
Hasta que entrase en vigor, el PP, a instancias de UPN, blindó esa segregación, ¡en la ley de presupuestos! de 2013, y el Constitucional validó esa artimaña contra Andalucía y Asturias, que habían suprimido las ayudas con dinero público, vía concierto escolar, a los colegios discriminadores.
Estos y sus voceros dicen ampararse en la libertad religiosa, cuando esa libertad jamás debe conculcar los otros derechos fundamentales. O, por reducción al absurdo, acabaremos justificando la ablación del clítoris que practican ciertos islamistas.
Otros arguyen que diferenciar en las aulas no supone impedir el acceso al cole. Pero la base del apartheid no es impedir, sino diferenciar. La negra Rosa Parks logró la primera gran sentencia contra la segregación en EE UU cuando, en 1955, se sentó en el autobús en la zona reservada a los blancos y de ahí no se movió. Tenía acceso al transporte, sí, pero no un acceso igual: en negar este consiste el apartheid. Sea en Alabama o en España.
Apartheid en España. Xavier Vidal Folch. El País 26-04-2016 Oriol Junqueras y Lluís Llach militan contra la coeducación que tanto costó alcanzar en la Transición
Lluís Llach apoya la segregación escolar entre niños y niñas Vicens Giménez Oriol Junqueras y Lluís Llach están a favor de la segregación escolar entre niñas y niños. Por su actuación —importa menos lo que piensen—, militan contra la coeducación, que tanto costó (casi) alcanzar en la Transición: quizá para denigrarla por reaccionaria.
Como diputados autonómicos, acaban de votar en el Parlament contra la moción que proponía suprimir las subvenciones a los colegios concertados que practican el apartheid escolar sexista.
Por suerte, la mayoría votó en favor de la igualdad, excepción hecha de convergentes, populares, el republicano y el cantante. Por suerte: para la causa de revitalizar el principio de no discriminación por razón de sexo (o de creencias religiosas, origen étnico o ideas políticas). Discriminar consiste en aplicar reglas diferentes a situaciones comparables, define el Tribunal de la UE. ¿Es que las niñas no pueden compararse intelectualmente a los niños?
Ese principio brilla en la Constitución (artículo 14); en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1, 2, 7); en el Convenio Europeo (17); en el Tratado de la Unión (Carta de Derechos Fundamentales, 20,21,23). Pero la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa, LOMCE, tras reiterarlo, lo conculca: “No constituye discriminación (...) la organización de la enseñanza diferenciada por sexos” (artículo 84.3).
Hasta que entrase en vigor, el PP, a instancias de UPN, blindó esa segregación, ¡en la ley de presupuestos! de 2013, y el Constitucional validó esa artimaña contra Andalucía y Asturias, que habían suprimido las ayudas con dinero público, vía concierto escolar, a los colegios discriminadores.
Estos y sus voceros dicen ampararse en la libertad religiosa, cuando esa libertad jamás debe conculcar los otros derechos fundamentales. O, por reducción al absurdo, acabaremos justificando la ablación del clítoris que practican ciertos islamistas.
Otros arguyen que diferenciar en las aulas no supone impedir el acceso al cole. Pero la base del apartheid no es impedir, sino diferenciar. La negra Rosa Parks logró la primera gran sentencia contra la segregación en EE UU cuando, en 1955, se sentó en el autobús en la zona reservada a los blancos y de ahí no se movió. Tenía acceso al transporte, sí, pero no un acceso igual: en negar este consiste el apartheid. Sea en Alabama o en España.