Revista Opinión

Nada de juego

Publicado el 16 junio 2020 por Santamambisa1

Nada de juego

Nestor Nuñez

Por un instante, en junio de 2018 en Singapur, pareció que llegaban a su final las inflamadas tensiones de Washington con Pyongyang en torno al notable desarrollo del armamento atómico y balístico norcoreano.

Es más, de la utilización de burdos motes contra el líder Kim Jong Un, el presidente Donald Trump pasó a calificarle de persona agradable y cordial, y hasta se pensó en una cierta empatía mutua que se supuso favorecería un arreglo total al titulado “problema coreano”.

No obstante, una Casa Blanca que desde hace cuatro años está amoldada al oportunismo, las caprichosas marchas y contramarchas, y el asumir a los interlocutores como virtuales tarados, no es, sin dudas, una buena garante de arreglos equilibrados, sino asidua a pretendidos “juegos de cartas” estilo “taberna del Oeste”, donde el brabucón de tez rubia siempre le gana por una vía u otra a su incapaz oponente.

De ahí que en 2019, en la cita de Hanói, donde se esperaban positivos acuerdos para poner fin al virtual estado de guerra vigente en la Península Coreana desde inicios de la década del cincuenta de la pasada centuria, así como renovados pasos sobre el programa nuclear del Norte, el panorama quedó incierto y el nuevo encuentro entre Trump y Kim Jong Un solo dejó rostros estirados.

¿La causa clave? Pues el deseo del inquilino de la Oficina Oval de imponer a Pyongyang una renuncia total a sus planes defensivos nucleares para luego dignarse a considerar el retiro del paquete de sanciones gringas que pesa desde hace mucho sobre Corea del Norte como “castigo por su sostenida irreverencia y hostilidad antinorteamericana”.

Todo a pesar de que, a manera de buena voluntad, Pyongyang tuvo a bien, en tiempos de negociaciones, suspender sus ensayos con misiles balísticos de diferente alcance y silenciar uno de sus más importantes centros de investigación nuclear.

Desde entonces a la fecha las imágenes de diálogo, saludos y paseos conjuntos por la zona desmilitarizada que demarca la frontera entre el Norte y el Sur, han quedado para la historia, más que nada, como un pretendido juego propagandístico de Trump con fines reeleccionistas y destinados, además, a inflar su infinito ego como “un duro” capaz de dialogar con quien nadie antes pudo hacerlo en la Oficina Oval.

Sin dudas, todo un mito, porque si Washington tuvo que morderse la lengua y aceptar conversaciones con Corea Democrática, ha sido justamente porque esa nación elevó su categoría militar a poseedora de armas nucleares y por tanto ascendió al escalón de “país de cuidado” con el que debe andarse con pies de plomo, aunque no sea del gusto de sus poderosos interlocutores.

Lo cierto, y en ello no falta la razón a Pyongyang, es que el Washington de Donald Trump nunca acudió al diálogo con la decencia que tal suceso demandaba, y solo utilizó ese movimiento político con fines publicitarios y la pretensión de imponer sus unilaterales criterios.

Precisamente, la cancillería norcoreana afirmó por estos días que “Donald Trump ha incumplido su palabra” y aseguró que las “promesas vacías que realizó hace dos años en su primera cumbre con el líder norcoreano, Kim Jong Un han frustrado la esperanza de un proceso de desnuclearización”.

“Nada es más hipócrita que una promesa vacía”, lamentó el comunicado, que acusó además a los Estados Unidos de intentar “aislar y asfixiar a Corea del Norte”.

En consecuencia, concluyó la nota norcoreana, si la Casa blanca “quiere lidiar con nosotros, tendrá que estrujarse el cerebro y encontrar un método diferente”.

Paralelamente, Pyongyang anunció el corte de sus comunicaciones directas con el gobierno de Seúl, luego de denunciar el uso de los nuevos vínculos bilaterales para enviar ilegalmente a Norcorea propaganda subversiva ligada a grupos disidentes y entidades agresivas.

En tales condiciones todo indica que Corea Democrática estaría decidida a subestimar a las autoridades de Corea del Sur como parte activa en el hoy paralizado proceso de diálogo con Washington, en tanto, en Seúl se reunió el Consejo de Seguridad Nacional local para analizar las derivaciones de un posible cierre de contactos entre las dos partes de la Península.

De manera que si bien no pocos se alegraron veinticuatro meses atrás de un encuentro al más alto nivel que despertó la esperanza de una paz definitiva en un área geográfica en tensión desde la segunda mitad del siglo XX, hoy es evidente que, al menos con un gobierno enredador y oportunista como el aposentado en la Casa Blanca, tan esperada meta se inclina más que todo hacia un imposible.


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