Revista Comunicación

Nada es absoluto en el mundo

Publicado el 18 octubre 2010 por Manuelsegura @manuelsegura

Un publicista llamado Orson Welles

'Ciudadano Kane' (1941) pasa por ser, para muchos, la mejor película de todos los tiempos. Y su alumbrador, Orson Welles, uno de los mayores genios que haya dado el siglo XX en las facetas del teatro, la radio o el propio cine. El pasado día 10 se cumplió un cuarto de siglo de su muerte. Ésta acaeció en Hollywood –dónde si no podía ser– cuando contaba con 70 años de edad. Pero si 'Ciudadano Kane' marcó un punto de inflexión en el mundo del celuloide, 'La Guerra de los Mundos' (1938) hizo otro tanto en el espectro radiofónico. Con tan sólo 23 años, adaptó magistralmente el guión de la obra de H. G. Wells, inoculando el miedo en el cuerpo a cuantos escucharon aterrados aquella antológica emisión, transmitida por la CBS, sobre una supuesta invasión marciana de New Jersey. Apenas un año después, Welles se embarcó en otra empresa no menos sencilla: una película sobre el eminente magnate de la prensa William Randolph Hearst. Del guión se ocupó una pluma tan ácida como cínica, la de Herman J. Mankiewicz, lo que valdría un Oscar.

Desde entonces, la carrera cinematográfica de Welles sería muy prolija y no estaría exenta de numerosos obstáculos que, en ocasiones, darían incluso al traste con sus ambiciosos proyectos. Sin embargo, sus últimos años de existencia no gozarían del esplendor de antaño, por lo que tuvo que sobrevivir del medio que un día lo encumbró: la radio. En la década de los 80, Welles prestó su voz a cuñas publicitarias de productos tan variopintos como los laxantes o la comida para perros. Todo un magnífico colofón para carrera tan asombrosa. Ahora, en un teatro madrileño, el actor José María Pou, que conoce el mundo de la radio como pocos, lleva a las tablas un montaje sobre esos días que no fueron de vino y rosas, precisamente, y sí agridulces o más bien amargos. Se denomina ‘Su seguro servidor: Orson Welles’. En vísperas del estreno, Pou ha argumentado sobre la obra, diciendo cosas que enervan: cuando Welles murió, el 10 de octubre de 1985, muchos se sorprendieron al conocer la noticia, pues pensaban que llevaba años muerto. Se quedó esperando una llamada de Steven Spielberg, que le iba a financiar un proyecto sobre el Quijote. Paradojas del destino. Hollywood le dio la espalda en ese su tramo final y, como queda dicho, la agonía existencial desembocó en algo que nos reafirma en que, parafraseando al mismo Pou, no hay nada absoluto ni seguro en esta vida. Ni siquiera la gloria.


 


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