Parece que hay mucha gente con la mosca detrás de la oreja y muy ofendidos porque sienten que les han engañado, pero no es así, lo que pasa es que las normas mercantiles varían mucho de una cultura a otra. Las de la periferia sur disfuncional son propias e intransferibles y se basan en el principio de Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita. Se puede explicar con un ejemplo sencillo.
Un ciudadano va a la compra y adquiere cinco kilos de patatas, el vendedor se los pesa y le cobra entregándole una bolsa con lo que ha comprado. Cuando el comprador llega a su casa y abre la bolsa comprueba que ha pagado por cinco kilos de patatas pero el vendedor le ha metido cinco kilos de piedra. Es lo normal, a fin de cuentas como en un atraco a mano armada el culpable es el ciudadano si se ha dejado atracar, pudo haberlo evitado si se hubiese limitado a darle todo al atracador antes de que este tuviera que esgrimir arma alguna para intimidarle.
Llegado a este punto el comprador estafado puede comentar a quien quiera lo que le ha pasado, que como mucho le dirán que es normal por ser tan gilipollas como es, o que no merece la pena hacer nada, que como mucho trate de venderle los cinco kilos de piedras a otro y que si puede los venda como caviar en vez de patatas para así al menos ganar en compensación estafando a otro incauto. Otros le dirán que mejor no hacer nada porque a saber qué contactos pueda tener el vendedor y así se evitará represalias de las autoridades. Queda el tercer grupo que son los que sabiendo el dato recomendarán a los conocidos que compren allí por aquello de perjudicarles. Nunca falta el que sabiendo que tiene algo contagioso se ponga a regalar abrazos a todo el personal por aquello de socializar sus males.
Lo que no puede hacer, ni debe, el ciudadano que compró los cinco kilos de piedras es ir a reclamarle al vendedor que ha demostrado su inteligencia natural a la hora de ejercer de chorizo, porque de entrada, si le dio el dinero es porque quiso y no le puede exigir el devolverlo, además del vendedor como mucho obtendrá gritos, amenazas e improperios, puede que hasta llame a la policía para denunciar al estafado por amenazas y si aporta sus testigos falsos logrará que condenen a la víctima sin mayores problemas.
En la periferia sur todo el mundo sabe que el que roba es porque puede permitírselo y tiene agarraderas para hacerlo impunemente. Los hay nacidos para mandar y los nacidos para obedecer, que corresponden exactamente a los nacidos para robar y los nacidos para ser robados, es algo que está atado y bien atado desde que llegaron los visigodos. Los señores feudales roban y los siervos tragan porque les va la vida en ello. Desde entonces, aparte de los regadíos de los árabes, no hay nada nuevo bajo el sol.
Pues lo que pasa con el kilo de patatas que es de piedras en la periferia sur disfuncional sirve como principio para todo, en especial para lo que se dice cuando se quieren ganar elecciones y lo que se hace cuando el tonto se ha llevado a su casa la bolsa llena de piedras, que es nada, porque Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita. Las democracias visigodas son así.