Título: Nada se opone a la nocheAutora: Delphine de ViganEditorial: Anagrama, 2016Páginas: 376.
Sinopsis.
Después de encontrar a su madre muerta en misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la «verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su familia irán aflorando los secretos más oscuros.Impresión personal.¡¡¡¡Qué tremendamente difícil es ser madre!!!!. Y digo que es difícil serlo en condiciones normales y cuasi idílicas de esas de familia "normal", felizmente avenida, vida rutinaria mezcla de creación propia y creación mundana según estereotipos de la época, de esas que se crean según cánones establecidos, se desarrollan, crecen y envejecen con una solidez envidiable. Y si ser madre en ese entorno amigable ya es todo un reto que nace y se supera día a día, en soledad o en equipo según sea tu consorte, cuando una es madre en unas condiciones personales y familiares, incluso sociales, no "normales", la cosa se complica hasta llegar a extremos tales como los que nos trae a su memoria Delphine de Vigan con esta historia, su historia y la de su madre Lucile. Al menos la historia de su madre que ella logra descubrir y desentrañar a base de mucho dudar, mucho superar obstáculos y y mucha valentía para no rendirse hasta llegar al final de los días de aquella a quien más se ama, de aquella que más nos duele.Y también es tremendo ser hija!!! Y mucho más una hija que ha perdido a aquella que ni siquiera sabía que fuera tan importante. Una suele cometer el error de medir la importancia de las personas cuando ya no están a tu lado, cuando te falta la respiración y nadie te ayuda a seguir respirando, cuando necesitas unos oídos que te escuchen y te perciban y una voz que te hable y te diga que no pasa nada, que todo pasará.
"Me doy cuenta cada día que pasa de lo difícil que es escribir sobre mi madre, acotarla con palabras, y de lo mucho que echo de menos su voz" (Pág. 130)
He envidiado todo lo que Delphine llega a conocer de su madre, por muy tormentosa que haya sido su vida, por muy injusto que fuera lo de malo que le pasó, por mucho que a veces no la he conseguido comprender y la hubiera zarandeado para que espabilara y se comportara como "es debido". A pesar de todos los defectos de Lucile, de sus traumas, sus adicciones, sus estados de felicidad pasajeros, Lucile era la madre que le tocó a Delphine y yo he sentido envidia de todo lo que la autora consigue conocer, contar y justificar de su madre. Esa reconciliación póstuma entre madre e hija que me ha llenado de paz a pesar de ir avanzando con ella en la reconstrucción de su vida y sentir parte del dolor de la propia Lucile. Una reconstrucción honda, profunda y muy sentida, llena de matices, tantos como una vida tan compleja se merecía que se explicitaran. Lo simple hubiera sido escribir sobre lo que su madre hizo o dejó de hacer, lo que me hizo o me dejó de hacer. Pero Delphine de Vigan cuenta los hechos que va encontrando en videos, fotos, entrevistas a los familiares más allegados desde el corazón; no desde el suyo sino desde el de la propia Lucile porque en el fondo hija y madre se parecen mucho en aquello que sienten, en aquello que las hace ser felices o desgraciadas. Los motivos pueden diferir pero la manera de sentir el dolor o la felicidad es paralelo entre madre e hija.
Me hubiera gustado poder saber tanto de mi madre. Conocer en detalle cómo fue su infancia, como la vivió y la sintió, cómo se convirtió en la mujer que yo conocí en mis diferentes etapas y en las suyas. Y si, daría también parte de mi vida por volver a escuchar su voz, esos diez minutos diarios que me regalaba cada mañana en la distancia de un teléfono que hoy no sabría manejar.
No sé si recomendaros este libro. Lo que a mi me ha llegado al alma es posible que a otro tipo de lector le pase desapercibido. Las vivencias de la autora respecto de su madre, las mías propias y una manera de escribir tan personal, tan suya, a mi me ha emocionado en muchas ocasiones, me ha estremecido en otras y, sobre todo, me ha hecho añorar mucho muchísimo a mi propia madre y a la historia que fue y yo me perdí sin remedio.