En un tiempo indeterminado y un país inventado, un grupo de mujeres luchan contra el gobierno que las oprime.
Nadie duerme es una historia en la que el fondo (el mensaje), sin ser original, está por encima de la forma (cómo está escrita), lo que da lugar a cierto desequilibrio entre ambos y dificulta la transmisión de lo que pretende contar su autora.
Novela distópica, en la que las mujeres y, en menor medida, otros colectivos (LGTBIQ, donde se menciona, casi de pasada, que también hay algunos hombres buenos, aunque ninguno como personaje) son víctimas de la opresión de un gobierno de ultra derecha que les despoja de sus derechos, aplicando métodos que van desde leyes creadas con ese fin a la violencia física, una idea que no es especialmente original pese a su indudable interés, actualidad e, incluso, moda.
Aun así, cualquier persona con una mínima sensibilidad empatizará con lo que les sucede, y hasta es posible que haya quienes comprendan y aprueben la respuesta, sobre todo quienes hayan sido objeto, en alguna medida, de situaciones similares a las que sufren las protagonistas (malos tratos físicos y/o verbales, violación continuada, asesinato).
Sin embargo, estas emociones parten más de quien lee que del texto en sí mismo. Aunque la protagonista (Búho) cuenta sus vivencias en primera persona, no logra transmitir sus emociones y experiencias, dejando la sensación de estar vividas desde fuera, pese a ser parte activa de la organización y haber sufrido situaciones traumáticas.
El repetitivo relato de entrenamientos, métodos utilizados para evitar ser localizadas, o personajes que son solo eso, pese a que cada una de ellas (Águila, Alondra, Mirlo, etc...) tiene una historia dramática que se cuenta en la historia, dejan la impresión de que la novela necesita ser revisada para eliminar reiteraciones.
Que, transcurrida buena parte de la historia, intervengan otras narradoras no parece estar justificado, ya que sus aportaciones son irrelevantes y, además, escriben igual que Búho, no se aprecia diferencia entre ellas: relatos que dan demasiadas vueltas para lo que cuentan, generalidades...
En resumen, Nadie duerme es, como se indicaba al principio, una novela que vale más por su mensaje, y las reacciones que despierta, que por cómo está narrada. Aunque resulta entretenida, se hace larga, en buena parte por la falta de recursos narrativos.
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