Revista En Femenino

Nadie es perfecto

Por En Casa Con Mamá @encasaconmama

Una característica común a todas las madres es que se nos llena la boca hablando de las bondades de nuestro retoño. Presumimos contando la última anécdota o enseñando su nutrido álbum de fotos. No hay defecto que no sepamos maquillar, o trastada que no podamos minimizar. Nuestro hijo es el mejor, qué le vamos a hacer.

Pero siempre me he preguntado: ¿Es posible que exista alguna madre que no piense así? ¿una madre que tenga la certeza de que su hijo no es ni será jamás perfecto?

Sí, las hay. Están entre nosotras, aunque prefieren pasar desapercibidas por el miedo al qué dirán. Por proteger a sus hijos de miradas inquisidoras.

Hace poco conocí a una de esas madres. Una luchadora. La madre de un lunes.
Entendereis que habla de forma anónima, para evitar represalias.

HijoLunes

“Era mi primer hijo, y a pesar de mi inexperiencia y de que todo parecía marchar bien, yo intuía que mi bebé no era como los demás.
Para una madre es muy duro que el pediatra le diga que su hijo está enfermo, que sufre, pero realmente, lo peor que le puede pasar es que le diga…que su hijo es un lunes!

Las posibilidades son pocas, pero están ahí. Deseas que tu hijo hubiera sido un sábado, aunque, con un jueves te habrías conformado…con un miércoles tal vez también. Pero, ¿un lunes? ¿cómo no supiste verlo? Te paras a pensar y caes en la cuenta de todas esas señales que no quisiste ver:

- Lo madrugador que era. Se levantaba casi al alba y no había manera de que volviera a la cama, siempre tenía prisa por levantarse.

- Adoraba el despertador. Lo ponía sólo por el placer de oirlo sonar.

- Era muy activo, y la única manera de soportarlo por las mañanas era haberte tomado una taza grande de café. Aún así, sólo descansabas tranquila al acabar el día.

- No tenía amigos. Es muy duro ver cómo los demás niños le miraban con recelo, le ignoraban. Nadie en el parque quería jugar con él.

- Era muy exigente. No me dejaba descansar un minuto y yo me sentía abrumada con la carga de trabajo que me daba.

- El tiempo junto a él pasaba más lento. Veía moverse las manecillas del reloj, pero las horas no parecían avanzar. Cada mañana se me hacía eterna.

- Ya de mayor trabajaba sin descanso. No dejaba hueco para desconectar o salir a divertirse, por no hablar de su obsesión por empezar a comer sano, a ponerse a régimen.

Sabemos que es un niño único, que no gusta,  que mucha gente  se siente incómoda junto a él. Creo que no se molestan en conocerlo mejor. Por eso me gusta recordar que nadie es perfecto, y que todos nos merecemos una segunda oportunidad.”

Y vosotros, ¿qué pensáis? ¿Le damos una oportunidad a este lunes? Feliz día!!

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