Nadie me miente como yo.
De vez en cuando me hago una pausa, me digo en silencio lo que no quiero escuchar.
«Las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos», escribió Valle Inclán.
El hombre no sólo vive de verdades, también son necesarias las mentiras; las libres, no las mal intencionadas. Gracias a ellas somos otros, sin dejar de ser los mismos.
Te miento, me mientes; me miento cuando te recuerdo que no fue idea mía la de ser parte de lo que nunca seremos. Me miento perfectamente, sigo las reglas de hacerlo mejor en cada intento.
Me hago respuestas de las preguntas que posiblemente me harás cuando nunca llegues. Te abrazo los instintos, los estrujo y le miento a tus brazos. Cierro los ojos, veo el panorama desde tu espalda. Disfruto los renglones torcidos y sin terminar. La mentira es mucho más heroica que los sueños, nadie me miente como yo.
Organizo las mentiras sinceras, las que espero creas y sigas al pie de la letra. No me mientas, dentro de mí hay una especia de confusión, abres las puertas pero no me dejas entrar. ¿Se puede sentir desde afuera? Deja de hacerte la víctima, ya eres cómplice de mi todo. Ciérrame los ojos, déjate caer en el abismo poco profundo, no digas nada.
Tengo la mejor estrategia para creer en todo lo que no digo.
Créeme, nadie me miente como yo.
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