En las jaulas no puede entrar la Libertad. No cabe. Es demasiado grande para un espacio tan ‘pequeño’.
Las cadenas, aunque creamos (a veces porque nos interesa y otras porque estamos ciegos) que nos las ponen otros, están hechas de pedacitos rotos de nuestro corazón. Que no saben cómo volverse unir. Que se olvidaron de latir. Que se aPegan a otras pieles para que los salven de su naufragio. Ahogándose, así, mucho más en su perdición. Cada vez más lejos. Cada vez más separados. Cada vez más aislados…
Nadie es capaz de quitarnos la libertad. Somos nosotros los que nos la arrancamos de cuajo con nuestras acciones, nuestras omisiones, nuestras mentiras, nuestras cesiones. Cuando voy a un sitio que no quiero ir. Cuando me dejo manipular, insultar y/o pegar una y otra vez. Cuando callo por el ‘qué dirán’. Cuando firmo contratos de exclusividad. De permanencia. De ‘sólo mía y de nadie más’. En la amistad, en el trabajo, en la familia o en la pareja. Al permitir que alguien me convenza porque ‘él sabe más’, ‘tiene más títulos’ o ‘todo el mundo le hace caso’. Al reprimir lo que siento porque ‘no queda bien’. Al dejar de hacer lo que me gusta porque no les gusta a otros, porque ‘no lo entenderían’, porque ‘no está bien visto’.
Nosotros, con nuestros miedos, somos nuestros propios dictadores. Esclavos de nosotros mismos. De una manera de pensar, de Creer, que tiene enjaulada a nuestros pasiones, nuestros sueños, nuestra ‘alegría de vivir’. A nuestra Alma. Nos cortamos las alas por estar cerca de alguien que también se las ha cortado por los mismos motivos. Alguien que no soporta tener a su lado a una persona que pueda y sepa volar cuando le venga en gana. Para que así no le muestre lo que él no se atreve a realizar. Para que así no le refleje su infelicidad.
Y nos pasamos el día justificando nuestras decisiones. Para que el otro no se enfade. Para que no se sienta herido y me abandone. Para que no me deje de querer.
Quién te Ama no te ‘pide’, te da. Respeta tu Sentir. Porque los sentires no son estáticos. Ahora me apetece y quizás mañana ya no. Y esa obligación autoimpuesta (y heredada) de ‘como lo he dicho lo tengo que hacer’ nos lleva a una falsa fidelidad hacia el ‘otro’ (porque lo hago sin querer hacerlo) y a una infidelidad hacia mí. Con todas las consecuencias que esto conlleva.
Yo no soy muy dada a hacer planes. Porque mis apetencias cambian más que el tiempo. Hay veces que salgo con la idea de caminar una hora por la playa y cuando llevo 5 minutos fuera me doy media vuelta porque lo que quiero de verdad es estar tirada en el sofá. Hasta ese punto…y más. Esto, si es conmigo no pasa nada. Me río de mis ‘ahora sí y ahora no’. Pero cuando entra en juego otra gente, la cosa cambia. Porque hay un compromiso que luego cuesta romper. Te sabe mal porque ya has quedado y te sabe peor porque no quieres ir. ¿Qué haces entonces? ¿Qué es más importante? Aquí es cuando todas tus voces del pasado toman acto de presencia con todo su arsenal de culpabilidad, egoísmo, recriminaciones, falta de palabra etc.
Y eliges: al otro o a ti. ¿Cómo te vas a sentir peor? ¿Mejor? ¿Con menos peso encima? ¿Con más paz? Y con tu elección, evidentemente, va de la mano asumir sus posibles consecuencias. Que las hay. Siempre las hay. Sobretodo cuando tu cambio no es ‘políticamente correcto’. De lo cuál, soy muy consciente.
Ser Libre implica mucha valentía, responsabilidad, coherencia, honestidad, compasión y aceptación. Para contigo y para con el otro. Y también, soledad. Que a mí, personalmente, no me importa porque soy muy amiga de ella. Quizás demasiado. No lo sé. He soltado mucho y muchas veces. Y he comprobado que cuando algo se va, algo nuevo entra. Me encanta estar sola. Lo que no voy a hacer es dejar de estar sola porque ‘quién sea’ diga que no es bueno estar mucho tiempo a solas. A mí me sienta fenomenal. Igual que las patatas fritas, la bollería…, la televisión, el fútbol y las revistas de cotilleo (entre otras cosas ‘malas’). Soy muy poco ‘espiritual’ en eso…
Pero si hiciera lo que otros dicen que es mejor para mi mente, mi cuerpo y mi espíritu, en lugar de lo que me digo ‘yo’, en lugar de lo a mí me gusta (sea lo que sea), ¿en qué me convertiría eso? En una marioneta. En la seguidora… de un rebaño que no tiene nada que ver conmigo. En una esclava. En una muerta viviente. En una actriz. En una farsante. En una choriza de mi Verdad.
Tiene su precio SER (mostrarte) quién en Realidad eres, sí. Pero, por experiencia personal, pagas mucho más si te conviertes en un personaje. Y te dejas (a ti) a un lado. Te metes en un cajón. Te cierras con llave y ‘ya vendré a buscarte’… Corriendo el peligro, de este modo, de Olvidar dónde te escondiste. Dónde te resGuardaste. De olvidar dónde te OlvidasTE. Y luego, para encontrarte… tela.
¿Os suena? A mí sí.
Aún sigo Recordándome…
La única persona que nos puede enjaular somos nosotros mismos. La puerta siempre estuvo, está y estará abierta. Así que, puedes salir cuando quieras.
No permitas que el silencio de otros atrape tu Voz.
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