Una de las ventajas de trabajar "por libre" es que puedes disponer de tu tiempo a tu antojo. Esta semana en Madrid, quedé con un amigo, que sabe mucho de arte, con el voy visitando poco a poco el Museo del Prado. La entrada es gratuita las dos últimas horas de la tarde (de 17.00 a 19.00), y como la Colección es inabarcable, aunque pasáramos dentro del museo varios días, uno puede ir viendo cosas "de hora en hora". Esta semana vimos varias obras del alemán Alberto Durero, y me acordé de su célebre "Manos que oran" que se exhibe en el Museo Albertina de Viena.
Cuentan que Alberto era uno de los dieciocho hermanos de una familia. Su padre trabajaba, un montón de horas diarias, en una mina de oro cerca de Nuremberg para sacar adelante a la familia. Alberto y otro de sus hermanos pronto destacaron por sus capacidades artísticas, pero ambos sabían que su familia no podía costear los estudios de ninguno.
Siendo ya jovencitos, un domingo, al salir de la Iglesia decidieron echar una moneda al aire a ver a cual de los dos le tocaba la suerte. El afortunado iría a Nuremberg a estudiar arte, y el otro a trabajar en las minas para costearle los gastos. Cuando el primero acabara sus estudios, con el dinero que ganara como artista, le pagaría al otro para que estudiara. La suerte cayó sobre Alberto, que destacó muy pronto en su academia y sus obras, casi antes de terminar los estudios, se vendían ya a buen precio.
Tras los cuatro años de preparación, Alberto volvió a casa, y la fiesta de recibimiento familiar, brindó por su hermano diciendo:
- Tú me has pagado a mí, así que ahora ve tú a la Academia, que yo me hago cargo de tus gastos.
- No -respondió el hermano- Mira mis manos. Cuatro años de duro trabajo en la mina me las han deformado. Ya no sirven para el arte. Apenas podría coger la pluma o el pincel entre mis dedos. Es tarde para mí.
Dicen que Alberto, dibujó en ese cuadro, las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Y es que nunca nadie triunfa solo.
Por eso, como dicen en el monte, si quieres ir rápido, camino solo; pero si quieres llegar lejos, ve acompañado. ¿Tienes a tu lado a la mejor compañía? ¿Eres profundamente agradecido con ellos?