El gobierno acaba de darle a los pulpos petroleros el premio mayor: la liberación del precio de las naftas. Shell, Repsol y las otras reclamaban que el precio interno se arrime al precio internacional de los combustibles.
¡Pero este precio se fue a las nubes! Estamos, por lo tanto, a las puertas de un naftazo.
Guillermo Moreno, el gran controlador de precios, tuvo con los pulpos la indulgencia que no tiene con los delegados del Indec.
Repsol-YPF, el mayor productor de naftas, no va a usar esos ingresos para hacer las inversiones siempre postergadas.
No: se va llevar la plata del país, para salvarle las papas a sus accionistas quebrados.
El aumento de las naftas se trasladará a los alimentos, al transporte, a todo el consumo popular.
Antes de que las paritarias se pongan en marcha, las patronales más poderosas del país le arrancaron su "aumento" al gobierno. Y a costa del salario.
Pero ¿en qué situación se encuentra la masa del pueblo que va a pagar esta factura?
Según la encuesta de hogares del propio Indek, el 40% percibe menos de 1.800 pesos, o sea que no llega al salario mínimo.
Los que sí se acercan a la canasta familiar, tienen el salario rebanado por el falso "impuesto a las ganancias".
Para que paguemos la factura del naftazo y de otros aumentos, el gobierno y la burocracia sindical preparan paritarias con "candado".
Los K suponen que el verso del "modelo productivo y nacional" aguanta todo. Incluso, bancar a la Shell, a Repsol y a sus socios locales, a costa del bolsillo popular.
Pero deberían mirarse en el espejo de Bolivia o Chile, donde los "naftazos" y tarifazos del gas acabaron en rebeliones populares.
Los químicos de Zárate y los obreros del cordón santafesino ya dijeron lo suyo.
Rechacemos el naftazo. Más que nunca, defendamos un salario básico de 5.000 pesos y el ajuste automático con la inflación. Elijamos paritarios responsables ante asambleas.