Revista Cine
La retrospectiva "Nagisa Oshima, la evolución de un maestro" programada por la Cineteca Nacional, inició el pasado marzo pero fue suspendida como señal de duelo por las desgracias naturales que sufrió el archipiélago nipón hace casi tres meses. Los japoneses, como lo han hecho en tantas ocasiones, han dejado atrás la tragedia para dedicarse a reconstruir su país y si ellos ya están trabajando, creo que ya era hora que el ciclo interrumpido continuara.Así que hoy la Cineteca recupera la citada retrospectiva y exhibirá la opera prima de Ôshima, La Calle del Amor y la Esperanza (Ai to kibo no Machi, Japon, 1959), un debut que apenas si califica como largometraje, pues la duración del filme es de poco más de una hora. Ambientada en gran medida en los barrios bajos de Tokio, con un joven protagonista miserable, con hermanita menor discapacitada mental y madre enferma y postrada en cama, La Calle del Amor y la Esperanza se ubica equidistante del humor generoso de Kurosawa (El Camino de la Vida/1970) como de la crueldad sardónica de Buñuel (Los Olvidados/1950).En apretados 62 minutos de duración y con una realización muy funcional -la cámara estuvo a cargo de Hiroshi Kusada, uno de los cinefotógrafos claves de la casa Shochiku-, el pesimista guión escrito por el propio Ôshima nos muestra los implícitos y explícitos mecanismos de poder en una sociedad en la que las divisiones sociales se presentan como abismales. Masao (Hiroshi Fujikawa) es un adolescente que carga con el peso de mantener su hogar: su mamá lustradora de calzado no puede trabajar por estar enferma y su hermanita menor -que parece tener algún problema de discapacidad mental- necesita de atención constante. Masao no es mal estudiante y podría tener una mejor oportunidad como obrero calificado en una empresa local, pero un engaño menor que ha ido repitiendo para sobrevivir -vende palomas mensajeras que están entrenadas para huir y regresar con él, de tal forma que puede venderlas de nuevo- derrumba todas sus esperanzas.El melodrama social típico de la época -y de la casa productora Shochiku- es dinamitado desde el interior a través de los propios convencionalismos genéricos, con todo y sus personajes emblemáticos: el jovencito luchón, la madre enferma, la niña rica bienintencionada, la profesora que quiere sacar de la miseria a su alumno favorito... Al final de cuentas, ni toda la buena voluntad del mundo podrá cambiar las cosas. A Masao se le exige demasiado -ser el hombre de la casa, el padre de su hermanita, el proveedor de su precario hogar-, así que no es de extrañar que falle en algo tan preciado para el ethos nipón: la honorabilidad. Masao ha engañado, ha mentido, ha pecado: lo ha hecho para sobrevivir, pero tendrá que pagar por ello de todas formas.Dice la leyenda que el director de Shochiku, Shiro Kido, se horrorizó al ver un filme que era tan contrario al discurso conciliador del tipo de películas que realizaba esa famosa casa productora. Por lo mismo, la cinta se estrenó casi subrepticiamente, de manera muy limitada. Pero se exhibió de todas formas: este fue el notable inicio de la turbulenta y contestataria filmografía de Nagisa Ôshima que, en la misma casa Shochiku haría sus siguientes tres filmes, incluyendo su primera obra maestra,Noche y Niebla en Japón (1960).
La Calle del Amor y la Esperanza se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 20:30 horas.