Makoto Kawabata es un guitarrista forjado a la antigua, criado a partes iguales con la imaginería de los samuráis de su tierra natal, Japón, y el riesgo de los músicos adentrados en la sicodelia primitiva, quienes se desarrollaron bajo las nubes más densas que se cernieron sobre San Francisco durante el llamado verano del amor y a quienes les dio por cultivar un sonido viajero, cósmico, intenso, de largo aliento y en el que uno de los objetivos era perderse en las entretelas de la ecuación música + alucinógenos.
Por David Cortés
Kawabata es fundador de Acid Mothers Temple of the Universe (AMTU), colectivo que, desde su concepción, en 1995, se ha dado no a la recreación, sino a la continuación de lo que él ha llamado “extreme trip music” (música viajera extrema), para lo cual ha creado distintos ensambles, según sean sus estados de ánimo: Kawabata Makoto & The Mothers of Invasion, Acid Mothers Gong, Acid Mothers Temple & The Cosmic Inferno, entre otros. Es un listado de nombres que no deja dudas acerca de sus filiaciones sonoras: sicodelia, krautrock, acidez, experimentación y cuyo trabajo está plasmado en más de un centenar de álbumes en los que hay más constantes que altibajos.
Si bien existe por lo menos un ciento de horas de música en las cuales sumergirse cuando se hurga en la discografía de Makoto, sus directos son de antología (lo cual no quiere decir que todos sean buenos). Es un espíritu libre que cuando pulsa la guitarra parece transportarse a otra dimensión y en cada viaje que propone no hay apuesta segura, aunque dada su experiencia seguramente se llegará a buen puerto, pero no necesariamente el trayecto será apacible, porque en su música lo importante es cómo se teje el camino, no el sitio de llegada, mismo que siempre será insospechado.
Trotamundos incontrolable, el guitarrista se ha presentado en diversas ocasiones en la Ciudad de México y su última visita fue con uno de sus proyectos más recientes: Nani & Guru. Se trata de un dueto junto a Nani Satoshima, quien también funge como baterista en AMTU. Exploran una vertiente electrónica y la cruza con los polirritmos de Nani en un trabajo que si bien parece lejano a otras aventuras de Makoto, en realidad nace bajo un tronco común: el de explorar mundos, hundir el pie en nuevos territorios sonoros y tender ramificaciones con el pasado, al tiempo que busca crear puentes hacia el futuro.
David Cortés