Uno de los mejores cumplidos que le podía dedicar mi abuela a alguien era la frase: "tiene brillico". Hermanísima recuerda de Nany los ojos y el porte, yo recuerdo siempre el brillo. Me parecía que brillaba tanto que eclipsaba al resto de los que estábamos en la habitación, no es que los apagase, simplemente ella destacaba sin necesidad de hacer nada.
Una persona así deja huella, es imposible no fijarse en ella. No era el alma de la fiesta sino que era dulce y muy tranquila, nunca perdía la compostura. Es cierto que tampoco tenía nunca prisa. Cuando la Señora quedaba a comer con sus amigas de toda la vida, cosa que hacen con regularidad, sabían que les tocaba esperarla. El cuánto era una gran incógnita. Un día se presento casi una hora tarde cuando el resto ya tenía el rostro desencajado por la espera y el hambre de ver pasar platos de comida para otros, con ganas de morder hasta el camarero. Al llegar estaba reluciente. Con su habitual sonrisa les explicó que había ido a la peluquería y que allí, la peluquera, incapaz de resistirse al encanto de su piel, blanca y transparente, le había propuesto un tratamiento facial, algo breve para no retrasarla. Nany se dejó hacer y la otra se emocionó tanto con su trabajo que los minutos se sumaron a las horas. Había sido una experiencia maravillosa, muy relajante. Lástima que sus amigas no hubiesen estado allí con ella para compartirla.
En las vacaciones esperaba con ilusión el día en el que venían a la granja con sus dos hijos. Los chiquillos habían heredado la piel blanca de su madre y sus ojos grandes y clarísimos. Me parecían preciosos. Los dos niños se prestaban sin reparos a nuestros juegos y correrías. Es posible que Nany hubiese perdido su habitual serenidad si hubiese visto a sus hijos subidos a los tejados de uralita o entre las ruinas llenas de óxido, ratas y porquería de las naves. De lo único que se libraban era de vestirse con los disfraces polvorientos de los arcones. Claro que ella conocía la granja desde pequeña cuando sus padres le permitían ir donde fuera siempre que fuera con la Señora. Mi madre tenía fama de responsable y había conseguido ganarse la confianza de aquellos padres, un logro digno de mérito. Eso le permitió a Nany conocer las distintas fiestas de los alrededores, que eso de encerrarse en casa a hacer labores no es un rasgo propio de la Señora, sólo es fácil pillarla recién levantada, y suele madrugar.
Ahora que se ha ido y descansa tranquila, el recuerdo de Nany también brilla.