Parece que fue ayer... Sí, parece que fue ayer cuando empezábamos esta andadura descubriendo los Episodios Nacionales de don Benito Pérez Galdós, y vamos ya por el quinto volumen de la primera serie. Y digo ingenuamente 'ya', pues la verdad es que todavía nos quedan por delante cinco volúmenes más de la primera serie y las series segunda, tercera, cuarta y quinta completas. Pero poco a poco todo se andará. Por lo menos acabaremos- o eso espero- las aventuras del querido Gabriel- poco a poco va dejando de ser Gabrielillo-. Y luego ya se verá...
Pero antes de comenzar con mis impresiones de este episodio quisiera recordaros que sigo con la edición de JdeJ Editores, facsímil de la primera edición ilustrada revisada por Galdós, y por lo tanto con las reglas ortográficas del momento.
Sinceramente no sé lo que esperaba de este nuevo episodio, Napoleón en Chamartín. Lo que sí puedo asegurar es que me ha gustado mucho lo que me he topado: viejos amigos, nuevos personajes memorables, poca batalla y mucha vida por las calles y tabernas de Madrid, el humor irónico y sarcástico de los episodios anteriores así como un lenguaje coloquial lleno de refranes y dichos populares y una narración ágil, amena, muy entretenida que muestra nuevamente la habilidad de Galdós que a estas alturas, todo sea dicho, no resulta ya una sorpresa.
"El Sr. D. Diego Hipólito Félix de Cantalicio Afan de Ribera, Alfoz, etc., etc., conde de Rumblar y Peña Horadada, hacía en Madrid la siguiente vida:
Levantábase tarde y después de dar cuerda á sus relojes, se ponía á disposición del peluquero, que en poco más de hora y media le arreglaba la cabeza por fuera, que por dentro sólo Dios pudiera hacerlo."
El Gran Capitán
Con el tunante y bribonzuelo de Don Diego, juerguista de todo y lomo y con una ingenuidad de padre y muy señor mío comienza Galdós este nuevo episodio. Las andanzas del joven don Diego por los altos, medios y bajos fondos de Madrid- estos últimos los más frecuentados- nos llevará a conocer las ruidosas tabernas los salones de la Zancuda o la Pelumbres, las fiestas de Rosa la Naranjera, de los saraos y otros garitos así como la belleza de la Zaína, mujer de armas tomar que roba el sentido a don Diego y ayuda a menguar su bolsa. También nos toparemos de nuevo, y muy cerca siempre de don Diego, a Santorcaz, que esconde tras su amistad con el simple y manirroto don Diego oscuras intenciones hacia doña Inés- ya todos sabemos a estas alturas de la relación que les une, ¿verdad?-, y a doña Amaranta. Inés se erige por razones diversas en el centro focalizador de estos tres personajes, don Diego, Santorcaz y Amaranta- y por supuesto de Gabriel, que vive sin vivir en él por los amores de la dulce joven.Más allá de la trama Inés, el otro personaje que aglutina en torno a él no solo a estos y al resto de personajes sino diría que a todo Madrid es Napoleón, o como le denominaría Vuestra Paternidad el padre Salmón, Napoladrón.
La toma de Madrid por parte de las tropas napoleónicas, por el ejército del córcego, de ese emperadorzuelo, tiene a todos muy alterados. El pueblo con ganas pero sin preparación y muy escasos medios hace pronosticar el desastre. El único que parece mantener el ánimo y negar la evidencia es el Gran Capitán, el Quijote de Chamartín, el último patriota en rendirse.
La Zaína
Las pretensiones de Napoleón exaltan y exacerban los ánimos patriotas, pero Galdós introduce aquí un agudo contrapunto cuando el mencionado padre Salmón, muy querido y muy ducho en la fabricación de jaulas de grillo y labores culinarias abomina de las medidas que Napoleón y su gobierno de la botella va a tomar en breve, sobre todo aquellas referidas a la Iglesia, su organización y propiedades. El padre Castillo, hombre más culto e instruido, muestra una mayor objetividad al valorar muy positivamente algunas de esas medias que considera ya deberían haber sido tomadas con anterioridad por el gobierno patrio. Visto lo que vino después con el siguiente Borbón- ¡caramba con los Borbones!- "¡Viva Fernando VII!", el gobierno afrancesado más que opresor bien pudiera ser un gobierno liberador."- Ya se ve- exclamó el dominico, sin disimular su enojo.- Sin eso no se podía pasar. Afuera Inquisición, y vengan herejes, y lluevan masones, ¿qué les importa esto á los que no se cuidan de lo espiritual?
- Poco significa eso- dijo Castillo;- porque el Santo Tribunal casi no existe ya de hecho, abolido por la suavidad de las costumbres.
Tristemente el pueblo aparece en algunos momentos a ojos de Galdós como una masa fácilmente manipulable, que llega a cometer atrocidades de modo irreflexivo o movido por bajas pasiones, un monstruo despiadado y sin sentido. Es un pueblo el de España de risa y canto, de pillería y bravuconería, sobrepoblado de clérigos, y que aún no tiene del todo claro por qué lucha, si por restaurar el orden anterior o por dar un paso adelante, hacia las luces, hacia el progreso. Espero que Isi, Mónica o Loque, organicen bien pronto la siguiente lectura conjunta. No deberíamos dejar por mucho tiempo y a su suerte al bueno de Gabriel, prisionero camino de Francia... - Pero se conservan las fórmulas, señor mío- contestó con aspereza el dominico,- y las fórmulas tienen gran fuera, Verdad es que no se quema, que no se descuartiza (lo cual, dicho sea de paso, es excesiva blandura, según estamos hoy comidos de heregía); pero hay todavía degradaciones y simulados tormentos, que tienen muy buén ver para los malos."