Revista Asia

Nara

Por Amoreno
Mi viaje por Japón durante las vacaciones de verano me llevó en primer lugar por la región de Kansai. Una vez establecidos en Osaka, mi amigo Noel y yo decidimos visitar Nara, a media hora en tren. Nara es una de las ciudades de Japón de mayor relevancia histórica, después de Kioto, y en la que se conserva un bonito ambiente tradicional.

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Antes del s. VII Japón no disponía de capital de forma permanente, ya que los ritos de la religión sintoísta obligaban a trasladar la capital del país con la muerte del emperador. Esta práctica desapareció sin embargo con la llegada del budismo y Nara se convirtió en la primera capital permanente de Japón durante los años 710-784, bajo el nombre de Heijō-kyō. En ese período se construyeron la mayoría de los templos por los que es tan conocida.

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Aunque el budismo fue introducido en Japón algunos siglos antes, fue durante el período Nara cuando el emperador decidió establecer la religión budista como la religión oficial del estado y promover su propagación por todo el imperio. No obstante, parte de esa herencia sintoísta queda reflejada aún hoy día con la presencia de los ciervos sika en el parque de Nara.

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Estos ciervos, considerados mensajeros de los dioses por la religión sintoísta, campan a sus anchas en la actualidad por el centro de la ciudad y gozan del status de especie protegida. Forman uno de los reclamos de Nara como destino turístico.

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El conjunto de monumentos históricos de la antigua Nara se encuentra en la zona del parque, el más interesante de todos es el Tōdai-ji.

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Este templo budista alberga en su interior una enorme estatua de Buda, conocida como daibutsu. Fue construída en el año 745 por orden del emperador, quien creía que el poder de Buda ofrecería protección frente a los numerosos desastres y epidemias que azotaban a la población en aquella época. Sin embargo, las dimensiones descomunales de la estatua y del pabellón principal del templo, que todavía hoy conserva el record mundial de construcción de madera más grande del mundo, dejaron al país casi en bancarrota.

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La estatua, una de las más grandes de Buda en el mundo con sus 15 metros de altura, ha sido refundida varias veces tras sufrir daños por terremotos e incendios. En una ocasión hasta perdió la cabeza.

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Como curiosidad, justo detrás de la estatua hay uno de los pilares de madera del pabellón con un agujero en la base del mismo tamaño que el orificio de la nariz del Buda. Se cree que aquellos que pasen por el agujero serán bendecidos con la iluminación. El tamaño es tan reducido que sólo los niños pueden atraversarlo sin dificultades.

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Adyancentes al Tōdai ji y formando parte del mismo complejo se encuentran el Nigatsu-dō y el Sangatsu-dō, dedicados respectivamente al segundo y tercer mes del año. El Nigatsu-dō dispone de una terraza desde la que se capta una buena vista panorámica de Nara.

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Desde allí se puede iniciar un paseo hacia el sur hasta llegar a un bosque.

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Los faroles nos indican el camino a nuestro siguiente destino, el santuario de Kasuga Taisha.

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Si el santuario de Fushimi Inari Taisha de Kioto es conocido por su incontable número de puertas torii, el santuario de Kasuga Taisha es conocido por su número de faroles, hay cientos de ellos construídos en piedra en los alrededores del templo y otros tantos hechos en bronce en el interior del mismo. Es una visita muy recomendable.

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El templo fue fundado en el año 768 y de acuerdo con la tradición sintoísta en la antigüedad se renovaba cada 20 años. Dada su localización en la inmediaciones de un espeso bosque, este guardaba una estrecha relación con los espíritus kami considerados por el sintoísmo protectores de la naturaleza.

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Hasta bien entrado el s. XX se mantuvo como uno de los santuarios más importantes de Japón.

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Lo que más llama la atención del interior son sin duda los faroles de bronce que cuelgan por todas partes del templo. La mejor ocasión para venir a visitarlo sería durante los festivales del Setsubun (2-4 de Febrero) y del Obon (14-15 de Agosto), cuando los sacerdotes encienden todos los faroles.

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Si uno presta suficiente atención, verá que los faroles no son todos iguales, sino que cada uno cuenta con detalles diferentes, los hay de varias formas y con distintos grabados escritos.

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Tras salir del templo, caminamos de regreso al centro. Una de las cosas que más me gustan de los santuarios sintoístas de Japón es que el entorno natural que los rodea siempre invita a un agradable paseo.

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De vuelta en el centro, recorrimos las calles del barrio de Naramachi, uno de los más antiguos de Nara y mejor conservados, con sus casas de aspecto tradicional o machiya. En cierta forma me recordó al distrito de Gion en Kioto.

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En uno de los tejados encontramos a los Tres Monos Sabios.

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Caminando llegamos hasta el lago de Sarusawa, donde vimos que la gente comenzaba a congregarse mientras se iban colocando velas por diferentes sitios.

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Teníamos la impresión de que se trataba de algún festival tradicional ya que había muchas parejas vestidas en yukata, el vestido típico que se lleva en las celebraciones durante el verano. Así que mientras iban encendiendo las velas al caer la noche preguntamos a unos voluntarios con información y nos explicaron que se trataba del Nara To-Kae, un festival que se celebra en la ciudad durante la noches de verano entre el 5 y el 14 de Agosto.

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Al parecer, el festival se creó recientemente en 1999. Se dieron cuenta de que era una buena forma de atraer el turismo y desde entonces continúan con la tradición todos los años. Se distribuyen velas por los puntos más importantes de la ciudad y la gente sale a la calle para gozar de las calurosas noches de verano. En este estanque, por ejemplo, los enamorados dan vueltas en barca a la luz de las velas, ¿existe acaso algo más romántico?

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En la zona del parque de Nara las velas forman grandes dibujos en la esplanada, con la figura del imponente Tōdai-ji iluminado en el horizonte.

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Para nosotros fue una afortunada coincidencia venir de visita durante la celebración de este festival, no habríamos encontrado una forma mejor de despedirnos con buen sabor de boca de un lugar como Nara.

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Situada a corta distancia de Osaka y de Kioto, merece la pena incluir esta ciudad histórica en cualquier itinerario de viaje por el centro de Japón y acercarse un día tan sólo para recorrer sus templos y disfrutar de su ambiente más que tradicional.

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