El marjal de Pego-Oliva en Valencia, Parque Natural y Humedal Ramsar, es un oasis de biodiversidad rodeado de naranjales y montañas costeras salpicadas de urbanizaciones.
Son los restos de una antigua albufera que se ha ido colmatando y desecando para su puesta en cultivo. A pesar de ello, mantiene una extensa superficie palustre con muy buena calidad de agua, rodeada por extensos arrozales que incrementan su interés.
Para los amantes de la naturaleza es un lugar interesante y, sin lugar a dudas, no defrauda al ornitólogo que encontrará aquí una larga lista de especies, muchas de ellas raras o en peligro de extinción, como la cerceta pardilla o el calamón, pero tiene otros muchos valores naturales.
Un poco de historia
Por su proximidad al Mediterráneo y su benignidad climática, este territorio ha sido ocupado desde los albores de la humanidad y se han ido sucediendo numerosos pueblos (iberos, romanos, visigodos y musulmanes) que lo han explotado y que han dejado un importante patrimonio arqueológico.
Por ejemplo Cova Foradá, junto a la desembocadura del río Bullent en el marjal. Es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la Península, en donde se han encontrado restos del hombre del neandertal de hace 100.000 años. En aquel entonces la zona que hoy ocupa el marjal estaba ocupada por el mar y los hombres primitivos convivían con leones, hienas, rinocerontes, hipopótamos y elefantes.
En la edad del bronce la primitiva bahía marina ya se había cerrado y era una gran albufera muy atractiva para el hombre, pues se han encontrado en su perímetro varios asentamientos que vivían de la pesca.
Los romanos continuaron estas actividades y potenciaron la ganadería y agricultura. Los musulmanes llegan a la zona en el 716 y desarrollan potentes asentamientos en toda la plana litoral. Implantan nuevos cultivos y sistemas agrícolas, amurallan las ciudades y construyen importantes castillos en Oliva (Santa Ana y El Castelar) y Pego (Ambra). Durante siglos fue un territorio rico y próspero y llegó a formar parte del poderoso reino taifa de Denia, cuyo dominio
incluía hasta Murcia y las Baleares.
Fue reconquistado por Jaime I en 1244, pero el peligro musulmán y berberisco persistió varios siglos más, por lo que fortalezas y murallas fueron reforzadas.
A partir del S XVIII comienzan grandes transformaciones agrícolas. La
insuficiente producción de cereales de la región, que debían ser importados de Castilla y Aragón, impulsó el cultivo del arroz, lo que también favorecía la expansión del paludismo, que diezmaba a las poblaciones más cercanas con las temidas fiebres terciarias. También se ganaron terrenos al humedal para el cultivo del naranjo, pues siempre ha sido un cultivo muy rentable.
Durante la década de los 50 y 60 del siglo pasado se introducen peces exóticos en el marjal y se hace un uso masivo de DDT para combatir los mosquitos para erradicar el paludismo. En las décadas siguientes, los 70 y 80, se proyecta la desecación total del humedal, para lo que se abren varios canales de drenaje. Finalmente no tuvo lugar, pues el proyecto quedó frenado con la declaración del parque natural en 1994. No obstante se estima que desde entonces la agricultura ha afectado al 50% de su superficie.
A partir de la década de los 80 el turismo, que hasta entonces se había centradoen la primera línea de costa, irrumpe con fuerza en las sierras litorales, por loque desde el marjal se contemplan numerosas urbanizaciones con un importante impacto sobre el paisaje.
El arroz es el elemento básico de la gastronomía de la zona: arroz con alubias y pencas, arroz caldoso ó crosta, que es arroz al horno con huevo batido por la superficie. Otros especialidades son el espencat (pimientos, berenjena, tomate yajo), figatells (albóndigas asadas a la plancha), las cocas, fideuà y una gran variedad de dulces de boniato, miel y almendras. Es una zona rica en verduras, frutas y se produce vino y aceite de oliva.