Cada vez utilizamos más las historias como recurso para transmitir y comunicar ideas.
Lo hacemos los formadores cuando recurrimos a los casos y a las historias de éxito, pues motivan la reflexión y el aprendizaje sobre lecciones del pasado. Lo hacen los consultores cuando exploran las organizaciones recopilando historias de directivos, trabajadores o clientes, al objeto de encontrar en ellas patrones y oportunidades de mejora. Los publicistas crean historias sobre grandes problemas que son resueltos una vez que el consumidor ha comprado el producto o el servicio ofrecido, o sobre las emociones que evocan sobre él cuando los ha adquirido. Incluso los políticos utilizan el relato: narrativas de héroes y villanos en los que el ciudadano (la víctima) vive bajo la amenaza de que determinadas personas se hagan con el poder, a menos que entregue su voto a los que se autoproclaman sus héroes salvadores y protectores. También en nuestras sesiones de coaching trabajamos con el relato del cliente: es nuestro recurso para detectar patrones que se repiten, creencias que limitan, conflictos, contradicciones u oportunidades para la mejora y el aprendizaje.
Pero, ¿por qué tanto interés hacia las historias? Los expertos afirman que nuestra memoria es narrativa. Nuestro cerebro tiene más facilidad de recordar historias que de retener informaciones y datos pues todo nuestro conocimiento, nuestras experiencias y nuestros pensamientos se encuentran codificados, organizados y almacenados como una narración. Y recurrimos a la narración como principal medio para observar el futuro, para predecirlo, para planificarlo y para explicarlo.
Daniel Pink considera que la capacidad de narración es una de las competencias más útiles para los profesionales del siglo XXI, pues encaja con las necesidades del modelo de pensamiento de cerebro derecho que propone para hacer frente a los desafíos a los que nos enfrentamos en la actualidad.
En este sentido, trabajar con historias conlleva tareas como la recopilación de relatos en empresas, organizaciones o mercados, así como en el trabajo de procesarlas y de transmitirlas a profesionales, trabajadores o clientes. Este trabajo nos ayuda detectar patrones y tendencias antes de que se hagan más patentes. También nos facilita el tomar decisiones, innovar y generar ideas, resolver conflictos, conectar personas y comunidades desde sus experiencias, orientarlas y formarlas.
Para que un relato nos permita alcanzar estos objetivos debe estar construido sobre experiencias reales y sobre eventos que efectivamente hayan sucedido. Debe conectar con las emociones de las personas que vivieron esas experiencias y con el punto de vista desde el que las observaron.
La narración es tan antigua como la raza humana. Surgió alrededor del fuego como un vehículo para entretener, para difundir valores y para transmitir la tradición y la cultura. Cuando trabajamos con historias sucede algo especial: la gente se vuelve más participativa y asimila mejor la información. Su poder nos ayuda a ampliar las perspectivas de los demás, a ayudarles a aprender, a motivarles para la acción. Después de todo, detrás de toda buena historia hay siempre una pequeña verdad escondida.
Notas
He tenido la oportunidad de acercarme al storytelling gracias al excelente taller que Lisa Bloom impartió el pasado mes de junio en la Conferencia Europea de Coaching.
Si está interesado en el storytelling puede consultar “Working with Stories“, de Cynthia F. Kurtz, es un recurso que se puede obtener gratuitamente en la siguiente dirección.