Hoy hemos finalizado el primer cursillo de “natación” de Critter y sólo puedo decirles que tengo el corazón en la mano. No porque se me estruje que la cachorra se esté haciendo mayor, no por sentirme mal por estar twitteando mientras mi bestia chapotea…si no porque por primera vez he sentido absoluto terror maternal.
El terror maternal es muy malo. Siempre. No sólo causa estragos en el cuerpo de la madre como: canas, caspa, comer por nervios, ser sobreprotectora…si no que además causa consecuencias como traumas infantiles. Se los digo porque lo he vivido en mis propias carnes, mi madre a mis 33 añacos me sigue cogiendo de la mano para cruzar la calle ¡no vaya a ser que atropellen a su niña! Ejemplo de terror maternal.
Así que por todo esto yo decidí hacer de tripas corazón y enlistar a mi criatura del mal a clases de natación. Ya había leído sobre matronatación en muchos blogs ¡pero nadie escribe sobre el momento en que la madre se ve obligada a dejar a su hija por vez primera a un profesor extraño, ponerle un gorro y un bañador y saber que tendrá una inmersión subacuática! Y por subacuática me refiero a no una gotita que le entró en los ojos o que tragará un poquito de agua como en al bañera; si no a esos ahogamientos a los que se les someten “para que aprendan”.
Así que yo iba muy valiente. El primer día Critter no paró de llorar pero no por sentirse abandonada por su madre o por no querer nadar, simplemente lloraba porque el profesor no le dejaba meter sus Crocs de Princesas a la piscina. Después de estar toda una tarde convenciéndola que su profe lo hacía para que las princesas no se ahogaran porque no sabían nadar, ella aceptó volver ir a la piscina. Todo transcurría con una tranquilidad pasmosa, jamás pensé que fuese tan fácil y así pasamos una, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas y el barquito y la niña no sabían navegar.
Hoy fue su último día. Y eso significó “superar la prueba final”. ¡Nunca me dijeron que también se ponían a prueba a las madres en éstos cursillos!
Resulta que durante todo el mes, la niña usaba un sistema de flotación que consistía en un churro de huleespuma amarrado a la cintura debidamente sujetado por lo cual la niña movía sus manitas y sus piernecitas como perrito flotando. Oiga ¡me pareció un inventazo! pues en México se acostumbra más usar flotadores de brazos. Critter se sentía segura y nadaba “cual sirenita”.Todo iba bien hasta hoy.
Es necesario aclarar que mientras la niña recibía sus clases de natación yo planeaba “volver al zumba” para perder esos kilos vacacionales que se suben en la playa. Sin embargo ¡no fue posible! Yo tenía que estar en una cafetería detrás de un cristal pues ahí se colocaban todas “las mamis” y le hacían saludos a sus pequeños.
El segundo día de clases osé irme a tomar un café porque era un coñazo la espera y al volver a recoger a Critter me dijo “no estabas, no te vi, no estabas y lloré mucho así:”….y se soltó a dar un concierto de lloros dramáticos en el vestidor y las madres me señalaban con su dedo acusador de “madre del mal”.
Así que después de esa demostración dramática, todos los días ¡sin falta! estaba yo en primera línea, saludándola y siendo una “madre ejemplar”. Aunque eso significara chutarme 40 minutos de conversación “maternal” que ya se imaginan que puede ser “soporífera y mortal“. Mortal porque una madre me tachó de irresponsable por tomarme un refresco pues “si bebes muchos de esos morirás joven”. Ante mi asombro y estupefacción e incapacidad de respuesta sólo espeté un “¿soy yo o éste profesor de natación poco les enseña y más bien las deja chapotear a su antojo?” y todas las “mamis” revolotearon el gallinero y el tema de las “colas” fue zanjeado.
Tanto es que aprendieron poco los niños que ya se imaginarán el resultado de la prueba final.
Me encontraba yo saludando a las mamis, tomando mi lugar en primera fila emocionada porque hoy Critter recibiría su primer diploma como “nadadora leonesa” cuando al sentarme veo una niñita que está cogida solo con sus manitas del churro y que se está ahogando poco a poquito, lentamente, y unas burbujitas se ven en la piscina…
En ese momento volteo a avisarle a las mamis que una de sus hijas está teniendo problemas cuando mi cerebro reaccionó que ¡la niña de gorro rosa era MÍA! y me levanté y en eso todas dábamos de golpes en el cristal de la cafetería y el profesor- que estaba afuera de la piscina- se lanzó cual guardián de la bahía rápidamente a sacar a Critter del fondo del mar. Y se me paró el corazón.
Hoy el profe había decidido darle un “churro” de mayores sin sujeción en el cual Critter tenía que sujetarse hacia adelante. Sin duda una gran prueba final.
Vi como sacaban a mi hija y la pobre echaba aguita y movía sus bracitos impacientemente. Di toda la vuelta a la cafetería, me metí a la piscina y la arranqué de los brazos del profesor.
-Tranquila “mami” que suele pasar- me dijo el profe con tono de no sea exagerada
-Tranquilo “profe” no vaya a ser que del sustaco le pegue un azote- con tono de no soy exagerada ¡soy madre!
Y es así como no obtuvimos el diploma. No sé si por mis suaves palabras o porque Critter no logró salir de la inmersión.