España envejece. La natalidad está bajo mínimos en España. En nuestro
país faltan, al menos, 260.000 nacimientos más anuales, esto es, 719
alumbramientos más al día para asegurar el nivel de reemplazo
generacional. Son datos del informe sobre la Evolución de la Familia en
España 2016 elaborado por el Instituto de Política Familiar (IPF).
Según este informe, en nuestro país nacen al año 143.423 niños menos
que en 1980, a pesar del aumento de la población en más de 9 millones de
personas desde ese año y de la inyección de natalidad de las madres
extranjeras (76.289 nacimientos en 2014, de manera que uno de cada cinco
nacimientos se debe a las madres extranjeras).
El hecho de que en
España nazcan cada vez menos niños, unido a que el índice de fecundidad
por mujer es muy escaso (1,32 hijos), hace que estén muy lejos, tanto el
nivel de reemplazo generacional (2,1), como de la media de la Unión
Europea, que es de 1,57, tal y como indica el estudio. «Y sería incluso
peor si no fuera por el aporte de las madres extranjeras, cuyo índice de
fecundidad es de 1,61». Pero además hay comunidades donde el indice de
natalidad es crítico, como es el caso de Asturias (0,99), Canarias
(1,04) y Galicia (1,07), con apenas un hijo por mujer.
El Cardenal Sarah, en una conferencia pronunciada recientemente en Avila, hace una brillante retrato de lo que nos rodea: "las sociedades occidentales se han convertido en desiertos espirituales y demográficos: basta con pasearse por las calles de Londres, París, Berlín, Madrid o Roma para darse cuenta de ello: pocos niños, pocos cochecitos o sillitas de bebés, familias reducidas a su mínima expresión: un hombre y una mujer (que a menudo son simples “compañeros”, que cohabitan durante un tiempo limitado) con a veces uno o dos hijos, siempre y cuando no sustituyan a los hijos por mascotas. Y tenemos también a las parejas homosexuales entrelazados que de este modo expresan cada vez más su “diferencia”. .. En definitiva un laicismo y un indiferentismo generalizados y alimentados por ese famoso díptico del Imperio Romano en su apogeo y al mismo tiempo abocado a un declive inevitable: “panem et circenses” o, si prefieren, utilizando un vocabulario más actual, “bienes de consumo y de ocio” a ultranza… en lugar del esfuerzo y del trabajo".