¡Ay, los discos sobre mal de amores…! Desde ‘Blood On The Tracks’ hasta ’21’, pasando por ‘Rumours’, ‘Tunnel Of Love’ o ‘Back To Black‘ son muchos y grandes momentos los que los corazones rotos de artistas de toda personalidad han dado a la historia de la música pop. Y lo mejor -lo peor, quizá, para sus protagonistas- es que este género es inagotable. Así lo muestra el debut homónimo de Natalie Prass, una cantante y compositora norteamericana que ha pasado de facturar en sus primeros EPs un estilo indie folk algo insustancial a convertirse en una versión actual de Dusty Springfield o Bobbie Gentry.
Herida por la infidelidad de su pareja Kyle Ryan Hurlbut, un guitarrista y compositor que incluso participó en la creación de algunas de estas canciones, Prass compuso y grabó estas nueve pistas en 2012 junto a los productores Trey Pollard y Matthew E. White para el sello-colectivo de ambos, Spacebomb Records. La humilde agenda del entonces pequeño sello obligó a posponer varias veces su edición hasta que ahora, tres años después, ve la luz. Y damos las gracias, porque es una verdadera joya de música atemporal, diría que casi impropia de una debutante, que recupera y se apropia de nombres mayúsculos, imprescindibles de la historia del pop norteamericano: Stax, Muscle Shoals, Sonido Philadelphia o Brill Building condensados en un brillante torrente de voz, vehículo para unas letras cargadas de dolor y, sobre todo, unas interpretaciones emocionantes en su sencillez.
Tal vez el más brillante ejemplo de todo esto sea ‘My Baby Don’t Understand Me’, el corte que abre el disco. Natalie comienza a cantar sobria pero dulcemente hasta que, llegados al estribillo, se empequeñece en un agudo susurro que dice “nuestro amor es como un largo adiós, esperando al tren para llorar”. Luego, acunada por los arreglos de hasta 13 músicos, la voz de Prass va creciendo, volviéndose rotunda en su fragilidad, a punto de quebrarse cuando canta demoledora “¿dónde ir cuando en tu único hogar hay un extraño?”, justo antes de una prodigioso epílogo final. Ese maravilloso arranque es un punto álgido, sí, pero lo realmente asombroso es que apenas ningún momento en el resto del álbum desmerece lo más mínimo.
La clave de este disco está en la contraposición de la voz particularmente aflautada y dulce de la cantante afincada en Nashville con la pompa de su riqueza de arreglos, atronadores vientos y cuerdas que, pese a ciertos toques de sofisticación, claramente se recrean en los matices y la calidez de aquellas legendarias producciones de Bobby Eli y Thom Bell en el sello Philadelphia International. En suma, White y Pollard ejercen de Bacharachs para una Prass erigida en Karen Carpenter, más modesta vocalmente, pero que compone sus propias canciones.
El tándem se presenta infalible, ya sea en la mitad del álbum que abunda en números de soul à la Al Green, particularmente vibrante en una ‘Bird Of Prey’ hasta bailable y una ‘Your Fool’ encantadora, con esas palmas casi flamencas; o en la que se esmera en baladas de distintos palos, como el dramatismo de las delicadas cuerdas de ‘Christy’, la torch song más grande que la vida que es ‘Violently’ o el azucarado vals clásico de ‘It Is You’, como sacado de una antigua película Disney aunque su letra contenga más inquina y dolor del que parece. En su tracklist de nueve cortes, solo cabría echar en cara que ‘Reprise’ sea apenas una reinterpretación de ‘Your Fool’ aunque, así y todo, se agradece que aporte cierta dosis de audacia, menos tópica, en sus arreglos. Su acusatoria letra, esta vez recitada, casi cobra así más sentido. Natalie no posee una voz estratosférica, pero sabe emocionar. Como decíamos, suena dulce, frágil y, sobre todo, honesta, especialmente cuando la oímos cantar estas letras sencillas, directas y sobre todo creíbles que exponen con precisión la inevitable contradicción de quien, aún enamorado hasta la médula, reconoce la decepción.
Prass nos sitúa en esa montaña rusa emocional que lleva a, tras incitar un “no me dejas otra opción que huir, eres un ave de presa con un corazón como la noche” o un “cada cuento, cada mentira, no te librarán de oírme decir adiós”, vuelve a caer con un “oh, nunca dije que no quería que llamaras a mi puerta” o un “llenas mis recuerdos, que me embrujan y me dicen que siempre seré tu tonta”. Y, en un ejercicio extrañamente semejante al que realizaba recientemente Sharon Van Etten en la magnífica ‘Your Love Is Killing Me‘, canta con desesperación en ‘Violently’ que “me romperé las piernas porque quieren ir hacia ti / me romperé los brazos porque quieren abrazarte”. “Quiero conocerte violentamente, estoy harta de hablar cortésmente”.
“Natalie Prass” es una obra exquisita que toma un amargo pedazo de vida de su autora y lo convierte en una joya, un emotivo hito para los que se enfrenten a él con el corazón roto o incluso ya con cicatrices. Pero ese contexto solo amplifica el potencial de un disco que, valiéndose de su clasicismo, se eleva a la categoría de universal de forma instantánea. No sabemos lo que nos deparará la carrera de esta artista en el futuro, aunque se antoje ya brillante, pero eso poco importa cuando, con este pequeño gran disco y su pequeña gran voz, ya se ha ganado la eternidad para muchos de nosotros.
- Calificación: 9,5 / 10
- Canciones Destacadas: ‘My Baby Don’t Understand Me’, ‘Bird Of Prey’, ‘Your Fool’, ‘Violently’
- Te gustará si te gusta: el primer disco de Rumer, Dusty Springfield o, sencillamente, si tu corazón necesita canciones con las que lamer las heridas y recomponerse.