Revista Cultura y Ocio

Naturaleza del poder. Montesquieu y los germanos

Publicado el 15 abril 2012 por Franciscogarciajurado
Naturaleza del poder. Montesquieu y los germanosA menudo los buenos propósitos se tornan en aquello que no quisimos. La exaltación que hace Montesquieu (en la imagen) de la libertad de los antiguos germanos en su "Espíritu de las leyes" supone una revisión de la esencia del poder absoluto. Aquel pueblo, según la lectura que de la Germania de Tácito hace Montesquieu, era libre con respeto al poder de Roma y el poder interno quedaba limitado por ciertas acciones donde concurría el pueblo en asamblea. Montesquieu, uno de los pensadores más sensatos de su época (desde luego, más sensato que Rousseau) jamás pudo imaginar a dónde llegarían a parar semejantes ideas. Creo que la conjunción entre Historia y Pensamiento sigue siendo una tragedia, pues las ideas se acaban sacando de contexto. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Estos días leo por mero ocio un libro grato. Se titula "El libro más peligroso. La Germania de Tácito, del Imperio Romano al Tercer Reich", y está escrito por el profesor de Harvard Christopher B. Krebs. Nada más verlo expuesto en las vitrinas de novedades de la biblioteca de clásicas de la Complutense me fui directo a la librería para encargarlo. Su lectura no me ha defraudado. Pensé, incluso, que sería más divulgativo, pero se nota, y mucho, que el autor, además de buen divulgador, es un experto indiscutible en la Germania de Tácito. El libro traza un cuadro histórico o, más bien, una historia cultural de la lectura que la obrita de Tácito ha tenido a lo largo de los grandes períodos históricos de la Humanidad, desde los tiempos en que el propio Tácito compuso su obra hasta los terribles años del Tercer Reich, donde la posesión de un antiguo códice que la contenía se convirtió en una curiosa prioridad nacionalsocialista. No en vano, se ha considerado secularmente que en la Germania de Tácito se esconden las esencias de un pueblo guerrero y no domeñado por el poder externo. Cada época leerá la obra desde unas claves distintas, de manera que la representación cultural de la Germania no será la misma, pongamos por caso, en pleno Renacimiento que durante el llamado Siglo de las Luces. En todo caso, sí parece haber una decidida constante: la legitimación de la lengua alemana frente a la latina y, lo que conlleva, asimismo, la legitimación de una forma de ser alternativa, digamos que de un "espíritu" colectivo. Precisamente, uno de los pensadores que más contribuyeron a favor de esta legitimación fue el Barón de Montesquieu en pleno siglo XVIII. Sus ideas sobre cómo el clima modela el carácter de los pueblos, de manera que el frío fortalece mientras que el calor crea perezosos, fue determinante para dar un salto cualitativo en la valoración de los germanos. No en vano, Montaigne pone a los germanos como modelo de virtudes para el buen gobierno, cuando observa cómo en ciertas decisiones importantes ha de intervenir "el pueblo". De esto se deriva que el poder no tiene por qué ser absoluto, como quieren hacer ver buena parte de los monarcas que poblaban Europa durante aquel tiempo, desde Rusia a España, y que el modelo de democracia inglesa, que tan bien conocía Montesquieu, habría nacido en lugares tan característicos como la Selva Negra. El libro de Montesquieu, escrito en francés y publicado en Ginebra, se titula "El espíritu de las leyes". Krebs señala que fue vertido al alemán, aunque con un significativo cambio de título donde no se contenía la palabra "espíritu". No obstante, en 1760 aparecería un tratado sobre la legislación alemana donde podemos encontrar un término clave que sí la iba a traducir: "Geist". Mientras escribo estas líneas apresuradas, recuerdo que otro gran pensador ilustrado, el jesuita Juan Andrés, critica precisamente a Montesquieu su inquebrantable fe en el clima: "«El frío (dice Montesquieu) constriñe las fibras y fortalece el cuerpo; pero entonces es más craso el jugo nutricio y el espíritu tiene menos vivacidad». La fama del autor merecía confutación más extensa de lo que exige una razón tan débil. Pero sólo preguntaré a Montesquieu que si, por ser Francia más fría que España, querrá atribuir a los franceses respecto de los españoles mayor fuerza en el cuerpo, pero menor viveza en el espíritu". La idea de Montesquieu está encaminada a mostar que el carácter de los pueblos importa a la hora de considerar la naturaleza del poder, y esta idea está en la base de lo que pocos decenios más tarde, con el desarrollo del pensamiento liberal (digno heredero de la Ilustración) será la idea de soberanía popular que preside, por ejemplo, nuestra constitución de Cádiz. No debemos perder de vista que Montesquieu comenzó a dinamitar los fundamentos del absolutismo político, basado en una idea personal e indivisible del poder. Lo que no pudo prever, naturalmente, era cómo esa idea de "libertad" y de "espíritu" derivaría, a través de las brumas del pensamiento romántico, a ideologías terribles que pondrían la idea de "pueblo" y de "espíritu" ("Volkgeist") por encima de cualquier otra cosa, dando lugar, por tanto, a la legitimación de las masacres de otros pueblos. Cuando pensamos no somos, naturalmente, dueños del devenir de nuestras ideas. Imagino que Marx tampoco pudo pensar en los campos de concentración estalinistas cuando redactaba en la Biblioteca Británica su obra "El capital". Esta distancia histórica con respecto a las consecuencias de nuestra ideas posiblemente nos exculpa, pero no por ello nos deja al margen de su creación. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO

Volver a la Portada de Logo Paperblog