Revista Coaching

Naturaleza en España

Por Uncafelitoalasonce

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Durante las vacaciones he tenido el placer de retomar el contacto con la naturaleza. He podido volver a visitar Ordesa, uno de los Parques Nacionales más impresionantes que tenemos. Aunque he hablado alguna vez de temas relacionados con la naturaleza, nunca habia hecho un post dedicado completamente al asunto. Y hay mucho de qué hablar. Sobre todo, porque tenemos una visión de la naturaleza muy especial, con unos arquetipos que no se corresponden del todo con el tipo de naturaleza que tenemos en España, y por extensión en el sur de Europa o norte de África.

Hay tres aspectos de la naturaleza en nuestro país que lo hacen muy especial: nuestros ríos, el fuego y la diversidad de especies. Cada uno representa un aspecto fundamental de nuestros ecosistemas y sobre todos ellos algunas cuestiones que puede que no todos conozcáis.

Nuestros ríos. Un río es una corriente de agua que desemboca en el mar. Falso, al menos en muchos países. En España, un río es un cauce. Nada más. A veces lleva agua, y muchas otras veces no. En los propios Pirineos, donde llueve bastante, muchos ríos están secos durante el verano, pero eso no les quita el calificativo de río. De hecho, una de las características de los ríos en Pirineos (y en otras partes) es su estacionalidad. En verano, no vemos el agua, pero está ahi. Por debajo del cauce, impregnando el subsuelo, y haciendo que un montón de especies vegetales vivan y crezcan en él. Algo que tenemos muy metido acerca de los ríos, es que tienen que ser cristalinos y de aguas claras. Falso. Los ríos son muchas cosas, y depende mucho de dónde nos encontremos para verlo de una forma u otra. Un río marrón, con sedimentos y no contamido, tiene mucho más valor, desde un punto de vista ambiental, que uno de alta montaña. En el primer caso, el río es maduro, tiene historia, ha pasado por muchos valles, y se ha ido llenando de vida, sedimentos y nutrientes. Cuando en Egipto se construyó la presa de Aswan, principalmente para generar electricidad, se perdió gran parte de la riqueza del Nilo que eran las inundaciones llenas de sedimentos que permitían y abonaban la agricultura en sus márgenes. El coste fue que para mantener la agricualtura, se pasó a usar fertilizantes químicos que se compraban con la energía de la presa.
Un río cristalino es precioso de ver. Relajante, bonito, refrescante. Pero no hay que confundir lo estético con lo que tiene valor. Un río es un todo, con agua clara o sin ella, y con agua o sin ella. Precisamente, que nuestros ríos no tengan agua durante unos meses no los hace peores que otros. Al contrario, esta estacionalidad hace posible que haya una mayor variedad de especies animales y vegetales. Los bichos adoptan formas y/o estrategias de resistencia a la falta de agua (esporas, huevos, se entierran) y algunas plantas solo crecen cuando no hay agua. Desde un punto de vista ambiental, un río que siempre lleva agua, es más pobre que un río estacional. A veces la estética nos juega una mala pasada.

El fuego. Ese ogro que arrasa montes y al que hay que combatir a toda costa. Antes de continuar con el fuego una aclaración. Voy a hablar de fuegos naturales, los provocados por rayos, combustión expontánea, etc… no los hechos por indeseables que para recalificar varias hectáreas de monte. El fuego es tan naturale y tan bueno como el agua. Sin fuego no habría renovación de los ecosistemas (sobre todo los mediterráneos). En nuestra flora hay varias especies que están adaptadas para ¡propagar el fuego! Otras necesitan que el fuego para germinar (algunos pinos), y otras han generado su propia defensa (la corteza del alcornoque). El fuego lleva en la tierra millones de años, todos los seres vivos se han enfrentado a él de una forma u otra, y todos necesitan de él, a la larga para seguir existiendo. Es duro ver quemarse un monte, pero cada cierto tiempo tiene que ocurrir. Es algo natural. Sin embargo, queremos ver siempre todo verde. Nuestra propia naturaleza nos exige parajes verdes, porque sabemos que es fuente de vida. Cuando no estábamos hacinados en ciudades, un fuego se podía combatir y si no se ganaba la batalla, nos íbamos con los trastos a otra parte. Ahora no es posible. Por eso estamos tan pendientes del fuego. Y eso es malo. Al evitar constantemente que se queme el monte, y debido a la gran despoblación rural de los últimos 50 años, estamos creando el caldo de cultivo perfecto para el GRAN FUEGO. Algún año, vendrá un verano muy seco, más seco de lo habitual, habrá más tormentas, más viento, y sin necesidad de pirómanos, se quemará mucho monte. Por mucho que queremos “limpiar” el monte, abarcar todo es imposible. Nada puede sustituir a fuegos naturales. Muchas especies vegetales están esperando su momento. No entienden de paisajes calcinados, solo quieren propagarse. La cuestión es ¿qué hacer? Algo que ningún político o gestor será capaz de defender nunca. Quemar el monte forma controlada. Pero ¿cómo justificar que vas a quemar X hectáreas de un Parque Natural porque es necesario? ¿Os imagináis el escándalo? Bien, pues en XX ya lo están haciendo. Mientras tanto las especies pirófagas esperan su momento.

Los parques naturales. Odio ese término. Parques. Un parque es un recinto acotado diseñado para jugar, pasear o tener un esparcimiento. Un ecosistema como Ordesa, no es un puto parque. Es la naturaleza real. El término parque destila por todos los lados cómo entendemos la naturaleza. Como algo nuestro, que podemos acotar a nuestro antojo para pasar el rato.

Las espcies

para finalizar haré un repaso de las catástrofes naturales.





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