Déjame que te siga contando… y te digo que:
Espero no seguir a Dios rogando y con el mazo dando, y también que los imbéciles dejen de revolotear a mi alrededor. Y que debajo de la pintura no haya óxido, y tampoco clavos debajo de mi colchón. Y aunque sea mucho pedir, a ver si es posible que de mis actos en la tierra responda el cielo y no yo, también que no se coman siempre los mismos la tarta de la abundancia, y si lo hacen, que al menos tengan la decencia de dejar un trozo.
Y por pedir que no quede, y por eso quiero que la montaña venga a Mahoma, y si no lo hace, peor para ella. Y los que tengan lenguas de “doble filo”, se la muerdan, a ver si se envenenan con su propia frustración.
También quiero que los “fariseos” no se den tantos golpes en el pecho, con eso tan manoseado del ¡yo pecador!, y que hagan algo más por los que verdaderamente más lo necesitan.
Y quiero, que no me hablen de fútbol a las cuatro de la madrugada (¡por favor!)
Y mucho menos de política.
Quiero que las mujeres me sigan gustando cada vez más, aunque cada vez las entiendo menos.
Quiero que algunos (quizá muchos), tengan el valor de quitarse la “careta” de una puñetera vez, para que veamos en realidad como son. Ya es hora de hacerlo, se la pusieron en Carnaval (no sabemos de qué año), y ahí sigue puesta, pegada a la cara, como si fuese una segunda piel.
Quiero que mi próximo cumpleaños, tarde lo más posible en llegar (¡pero que llegue siempre!), y cuando lo haga, que pase rápidamente de largo. No hace falta siquiera, que se pare a saludarme.
Y quiero también, y aquí termino para no ser en exceso egoísta con mis peticiones, que el qué, no se transforme siempre en el cuándo