Revista Viajes

Navidad a la basura

Por Rozalén
Se acabó la Navidad. En España, marcada por esos Reyes Magos que habrán traído las sonrisas ilusionadas e inocentes de esos niños que se quitan las legañas al tiempo que deciden qué paquete desenvolver primero. Esos éramos nosotros, hace años. Ahora son vuestros hijos, sus nietos y mis sobrinos. Después, los Reyes Magos habrán dejado su rastro en las calles, en forma de cajas coloridas y exagerados envoltorios. 
También acabó en Nueva York, unos días antes cuando la bola de Times Square le dijo a los atrevidos y pacientes turistas que, empezado el año nuevo, terminaban las Christmas. Y así, desde el día dos, las calles se han llenado del icono navideño por excelencia: el árbol. La Navidad, en un desordenado ritual de deshacerse de lo que ya no vale, ha dejado tras de sí infinidad de abetos, pinos o similares que ya han dado, eso creerán sus dueños, todo lo que tenían que dar.
Navidad a la basuraDerrotados, mojados, tumbados, sucios y congelados por la descomunal nevada del viernes pasado, los arbolitos, todos desnudos de adornos que, esos sí, pueden reciclarse para el año que viene, configuran estos días el paisaje urbano de la ciudad. E intuyo que del resto del país. Y mientras el país espera las temperaturas más bajas de los últimos años, convirtiendo las finas ramas de los pinos en cuchillos que te cortan en plena acerca; mientras el vórtice polar se acerca tal y como indican las previsiones y convence a las miles de personas sin hogarde que quizá hoy sea el día de visitar el albergue, recordaba los versos de Machado al olmo de otro lugar también frío como Soria.
La mayoría, probablemente, no esperen milagro de la primavera. Lo darán por hecho. Y el año que viene, otro abeto (vivo, claro) para adornar la navidad.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

(...)
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;


antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.


Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

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