Revista HumanaRecuerdo cuando era un crio que Navidad en la alquería donde vivía era otra cosa. Por lo menos en mi casa, en mi familia, la Navidad siempre ha tenido un profundo sentido religioso y de amor. Se celebraba el nacimiento del Niño Dios en Belén. Y no importaba nada más, se celebraba una gran fiesta en la Noche de Navidad o Noche Buena en la alquería de la tía Elisa, en donde acudían las demás familias que vivían en las otras alquerías, era una cena muy entrañable y especial. Hoy los niños relacionan la Navidad con regalos, en cambio yo con comida, era una noche de esas en donde podíamos disfrutar de manjares que a lo largo del año no se veían habitualmente en nuestras mesas, ya que eran productos caros. Antes de disfrutar de la cena, lo primero era cogerse de las manos, rezar una oración y recordar a los que ya no estaban entre nosotros, también dar gracias al Señor por los alimentos que íbamos a consumir y por supuesto, dar las gracias a mi tío Andrés y Ramón…dos cocineros excepcionales. Después con faroles y cantando villancicos nos íbamos a la misa del Gallo. Lo primero que hacia el Rector de la iglesia Don Tomás, era bendecir y dar la bienvenida a los bebes nacidos ese año. Cuando acababa la misa, la madre de Don Tomás había preparado dos mesas llenas de duces, pasteles de boniato y de cabello de ángel etc. Para los adultos mistela y anís para que se fueran contentos para casa. Y por último Don Tomás, se ponían en la puerta de la iglesia junto con su madre para despedir uno por uno a los asistentes a la misa. Y a mí como siempre me daba un tirón de orejas, me decía “no seas malo o los reyes no te dejaran nada”. La verdad que era muy travieso y le hacía más de una al cura. Recuerdo con mucho cariño esa Navidad porque fue la última que celebramos en la alquería. Mis padres se habían comprado un piso en el barrio de Patraix y por desgracia mi padre poco lo disfrutó, ya que solo habían pasado dos años de esta Navidad cuando murió de un derrame cerebral.
Levante-EMVPero bueno, la vida es así y no tenemos más remedio que seguir para adelante, ya que por larga que sea la noche…siempre hay un mañana. Y llega una nueva Navidad en un año para olvidar y toca decorar nuestro hogar con motivos navideños que nos recuerdan en cada rincón de nuestra viviendas que se viven fechas especiales. Y llega el gran dilema: ¿árbol o belén? Pues yo lo tengo muy claro el “belén” y además con figuras tradicionales valencianas. Y aunque soy una persona que defiendo las tradiciones navideñas españolas, no rechazo el árbol, incluso lo suelo poner en casa junto con el belén. Pero esta Navidad va a ser la de los pobres, nuestro cerebro asocia la Navidad con felicidad, regalos, fiestas, colores, luces y un sin fin de cosas alegres. Sin embargo, en el mundo hay millones de personas que no pueden ser parte de estas celebraciones tan marcadas por el consumismo. Sobre todo este año por culpa del Covid y de la gran crisis económica que estamos viviendo. Para los pobres del mundo, esta época es muy triste o simplemente no tienen Navidad. Su condición de vida no les permite siquiera hacer una modesta cena navideña, mucho menos comprar ropa, juguetes o adornos. Y no nos podemos olvidar de ellos, aunque sea poco lo que podamos dar "toda piedra hace pared" y lo poco, acaba convirtiéndose en mucho.
Y no quiero acabar sin decir que he cumplido dos propósitos que me propuse en el último cambio de año, hacerme donante de órganos y ser socio de la Asociación contra el Cáncer de España.

