¡Muy buenas, lectores!
Se acerca la Navidad y con ella arranca las comidas a tutiplén y el rezar para no explotar después del roscón de reyes.
Dónde se reúne la familia. Si, no te librarás de aguantar al cuñado plasta y tocapelotas que se queja por todo, la suegra poniendo orden y los sobrinos saltando en el sofá como salvajes, pero todo es ‘Navidad, dulce Navidad’.
La única temporada del año donde te da por jugar a ser chef de cocina e inventar platos arriesgados que acaban siendo Fail. Y a ver quién se atreve a poner un yogur Danone para el postre sin quedar como un roña.
Sin contar que cambiaste todos lo muebles de sitio para conseguir espacio más espacio. La familia crece, pero el salón no.
Cambiar muebles de sitio, nos obliga a limpiar el doble. Después de hacer limpieza a fondo hasta los cajones de las bragas, por miedo del qué dira la suegra, te despides con los cuadros desnivelados. Los sobrinos han hecho destrozos por todos lados.
La cuñada listilla comiéndote la olla de lo guay que son sus clases de yoga, el cuñado insoportable bostezando hasta partir la mandíbula, los sobrinos jugando a pelota con las bolas del tu bonito árbol de Navidad. Y tú suegra observando una única y puñetera pelusa sobre la madera del mueble.
Te acabas veviendo la botella de vino enterita mientras escuchas Bobesponja cantar villancicos en el canal de la Clan. Tu marido en su salsa comiendo turrón sin levantar el culo de la silla.
Pero que dulce es la Navidad. Las luces, el árbol en una esquina del salón, el Papá Noel colgado del balcón… Caro, muy caro. El árbol de medio metro me costó treinta euros. ¡Treinta euros! ¡EUROS TREINTA!
Luego, el amigo invisible. Otra cosa. Otro puntito chupiguay de Navidad. Pues resulta que te ha tocado regalar a la suegra y tú sabes que es muy especial. Un una Colonia es poco. Un libro no que no lee. Al final te partes la cabeza y te gasta un riñón para contentar a la mujer. Te has pasado semanas caminando sin rumbo, como un zombie de TWD, por todos los centros comerciales para buscar un puñetero regalo. Y luego resulta que a ti te regalan una bufanda negra de tacto grimoso.
Ay señoras y señores, las navidades ya casi están aquí. Recuerden mantener la tarjeta en algún lugar olvidado o, de lo contrario, verán como los ahorros acaban diluyéndose en PS4, iPad’s, Nintendo y chorradas varias.
Sin más que decir, me retiro. Espero haber dejado ese dulce sabor de la Navidad que yo juraría que inventó CocaCola.