Revista Educación

Navidad furiosa

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Navidad furiosa

Cuando entró en el piso, el monólogo llevaba ya diez minutos a pleno volumen. No le sorprendió la virulencia, ni tampoco que su único interlocutor fuera la pared del salón. Entre otras cosas porque ya había comenzado a escucharlo en el segundo recodo de la escalera.

- … y de los malditos machangos del Whatsapp. ¡De eso también estoy harto!
– Paco, baja la voz.

Fue lo único que se atrevió a decir, precisamente en voz baja y cerrando la puerta tras de sí.

- ¡Que me oigan! ¡Que me oigan los vecinos! ¡Ellos también son parte de toda esta mierda hipócrita!
- Todos los años lo mismo.
– ¡Sí, todos los años lo mismo! Solo que a peor. Vivimos en una sociedad podrida, que solo puede ir hacia atrás. Podrida de materialismo. De codicia. De falsedades. Me revuelve este espectáculo repugnante, por más que lo conozca de sobra.

conorwithonen @ flickr.com (CC BY 2.0)

conorwithonen @ flickr.com (CC BY 2.0)

Al terminar la frase se encogió sobre el estómago, como si de verdad estuviera a punto de vomitar. Una pausa breve, de pocos segundos, antes de regresar a la soflama.

- ¿Pero quién coño se puede creer todo esto? ¿Quién tiene la santa paciencia de tragar con tanto villancico, con tantos niños repentinamente buenos, con tantos deseos de felicidad que apenas ocupan el tiempo hasta la siguiente puñalada? ¿Por qué carajo va a ser ahora más caritativo este imbécil o el otro de más allá? ¿Por qué tendríamos que pretender no ver las miserias del vecino, justo después de aparcar el todoterreno con que el que nos está jodiendo el planeta? ¿Cómo olvidar que durante el resto del año es una sabandija repugnante, al que sus empleados le importan bastante menos que el precio de la gasolina?
– Paco…
– ¡Ni Paco ni hostias! Y mejor no hables mucho que me recuerdas al insoportable de tu hermano. Después de todo me he ganado el cielo, por devolverle el abrazo en la cena. Una buena hostia con la mano abierta. Eso es lo que le hubiera dado, si no llegas a estar delante.
– Paco…
– ¡Déjame despejar, carajo! ¡Que sabes que si no reviento antes de enero!
– Por mí vale, pero vas a llegar tarde.
– ¿Qué hora es?
– Las doce menos cuarto.
– ¡No jodas!
– ¿Dónde te toca hoy?
– En el Carrefour de Añaza. Joder, es verdad que no llego.
– ¿Quieres el gorro peludo o el otro?
– El peludo, el peludo, que encima del frío allí siempre ponen el aire a tope. Lo que me faltaba ya es una pulmonía, además del cabreo que cargo.

Todavía con el rostro encendido, abrió el primer cajón del armario y comenzó a desvestirse.

- ¡Merche!
– ¿Qué? ¿Vas a seguir?
– Y la barba vieja, que la del chino me hace estornudar. A los niños también, aunque eso me importa poco.


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