...que ha sido consecuencia de una conversación que surgió el otro día de sobremesa. (me encanta esta palabra: "sobremesa", que en alemán no existe porque no la hacen). La conversación derivó en el extenso a la par que polémico tema de la Navidad (bueno tampoco es que esto sea muy sorprendente, es lo propio en estas fechas). Este es, dicho sea de paso, uno de esos pequeños detalles que nos diferencian de los alemanes: ellos arreglan el mundo actuando, y nosotros preferimos hacerlo en modo charla, en la mesa después de comer/cenar.
Nuestra conversación no se centró en analizar las fiestas desde una perspectiva religiosa, que es supuestamente el único sentido que debería tener (y que doy por supuesto que conocéis todos, seáis católicos o no), sino desde la perspectiva consumista. No voy a soltaros la típica charla, soy consciente de lo de moda que está echar pestes de la Navidad y tacharla de "comercial". Parto sin embargo de esta base para luego entrar en su defensa. Pues no porque esta postura esté de moda, es menos válida.
El (ab)uso de los valores para aumentar ventas. La manipulación emocional para disparar el consumismo. Esa conquista silenciosa que ha hecho Papá Nöel de la Navidad en las últimas décadas porque sí, porque al Corte Inglés y a otros grandes almacenes les venía de lujo, porque si Coca-Cola se había emborrachado de éxito con su campaña navideña en la que aparece este señor con un diseño rojo demasiado hortera, no le iban a excluir del festejo. En un futuro incluso se atreverán a colarlo en algún versículo de la biblia, seguro, para defender que él siempre estuvo ahí, y es entonces cuando culminará su conquista de manera que la celebración de su llegada anual se torne indiscutible. Además como es obeso (un muy poco sutil reflejo de los excesos navideños), se desplaza en trineo y le llevan renos que vuelan. Muy realista. En mi opinión los Reyes Magos, lo mires por donde lo mires, tienen muchísimo más mérito y poniéndonos pragmáticos, más credibilidad. Se recorren el mundo en camello, por el desierto y además sufriendo de hambre y sed, que eso yo lo sé porque en mi casa arrasaban con las galletas y se bebían el brik entero de leche. Lo que está claro es que si los camellos volaran, Papá Nöel no hubiera sido competencia.
Y volviendo al tema que me concierne, estamos en un punto en el que se suma valor a los momentos (en algunas familias varios) de entrega de regalos y se resta peso al tiempo que se pasa en familia y con esos amigos a los que apenas se ven durante el año. Los niños son incluso educados en esta escala de valores. Las comidas familiares, los encuentros, se convierten en eventos estresantes y me atrevería a decir que en algunas familias se rozan la tensión y el cinismo. Lo que en principio era "Noche de paz, noche de amor" como decía el villancico, se convierte en "Noche de estrés, noche de horror", y preferimos basarnos entonces en otro villancico "beben, beben y vuelven a beber, los peces en el río por ver a Dios nacer", y claro, si los peces se ponen tiesos por ver a Dios nacer, nosotros no íbamos a ser menos. Los excesos son protagonistas de estas fiestas, en todas sus vertientes. Exceso de consumo de alcohol, exceso de discusiones, exceso de gastos, exceso de comida... Qué ironía, la gente mandando postales navideñas de Unicef u otras ONG´s, que donan un mísero euro por postal al tercer mundo (y encima nos sentiremos orgullosos, solidarios y con la conciencia dando aplausos, manda co...), que si de verdad nos da tanta pena que haya hambre en el mundo, se podrían donar los doscientos euros que tenemos pensado dejarnos en la ligerísima cena de Nochebuena y comida de Navidad, que nos comemos además, sin hambre. Y os recuerdo a aquellos que sois buenos cristianos, que la gula es pecado capital. No sé si me he confundido y he utilizado la palabra ironía cuando quería decir "hipocresía".
Mi novio siempre se ríe porque me gusta mucho la Navidad, y desde luego que por los últimos párrafos no creo haber dado eso a entender, pero es ahora cuando voy a argumentar mi actitud positiva hacia estas fiestas, positiva hacia una parte e irónica hacia la otra (la consumista), irónica, porque es mi forma de rechazar aquello con lo que no estoy de acuerdo. En este caso hay que darle un poco de gracias a la crisis, que por lo menos ha hecho tomar conciencia del abuso ridículo que la sociedad ha hecho (y sigue haciendo) de nuestro bolsillo con excusa de las navidades.
Por otro lado, de la conversación de sobremesa (me emociono de nuevo utilizando esta palabra), había un punto que me parecía positivo. Lejos de la crítica hacia aquellas personas que solo son solidarias y generosas cuando llega el mes de Diciembre, la mayoría del grupo opinaba que la puesta en práctica de estos valores eran también consecuencia del consumismo y expresaban abiertamente rechazo a esta clase de conductas. Es posible que en parte la peste la hipocresía que desprenden estas actitudes genere algo así como asco, pero si del absolutismo pasamos al relativismo, podemos elegir verlo desde otro punto de vista.
Así se disfraza Munich en Navidad
Este punto de vista es la Navidad como un periodo de reflexión, un punto de inflexión en el curso del tiempo en el que repasas tu trayectoria de vida y te preguntas, lo estoy haciendo bien? Practico lo que predico? Si la respuesta es sí, no necesitarás realizar ningún cambio en tu rutina, pues seguirás siendo una persona que aplica sus valores y sin más, pasarás por este mes como el que pasa un verano en Cuenca. Sin embargo puede que la respuesta sea no, y es entonces cuando las personas se aterrorizan al pensar que puede que no sean esas personas que elegirían como ejemplo a seguir, y rectifican con urgencia, con tanta urgencia que sobrepasan el otro extremo (ahora no soy solo generoso, sino el más generoso), explotando en Diciembre toda la solidaridad que no han explotado el resto del ano. Pues bueno, visto así, que la atmósfera navideña despierte ese buen-hacer que andaba dormido el resto del ano, no puede ser de ninguna manera negativo y puede ser interpretado incluso no como hipocreía, sino como una especie de alarma anual.Este periodo de reflexión lleva a muchas personas a reconciliarse, al encuentro, al reencuentro, a expresarse lo mucho que se aman, o incluso a darse cuenta de que se aman, a dedicarle tiempo a aquella/s persona/s a la/s que tienes abandonada/s desde hace tiempo, a echar de menos...
...y ESO, aunque esté enmascarado de consumismo y de hipocresía, ESO es por lo que yo sigo creyendo en la Navidad como una época del año que merece la pena.
¡Hasta muy pronto!
Y bueno, después del final conmovedor americano-emotivo con el que he cerrado el texto, un detallito: