La Navidad en el Tercer Reich
En este artículo analizaremos cómo se celebraba la Navidad en la Alemania nazi.Si bien el Tercer Reich mostraba muchos de los rasgos propios de cualquier secta religiosa (liderazgo bajo la figura mesiánica de Adolf Hitler, con dogmas y rituales propios, y una fe ciega propia de feligreses, el Führer no deseaba que el movimiento político nacionalsocialista terminase adquiriendo un cariz religioso (a diferencia del afán pseudorreligioso de Heinrich Himmler, líder de las SS y defensor del misticismo pagano).
Los nazis tenían una relación enrarecida con la religión y los propios miembros del partido provenían de doctrinas diversas: protestantes y católicos practicantes, ateos, creyentes en un Jesús ario y no judío, anticristianos que pretendían infiltrar a las SS en las instituciones religiosas, etc.
Hitler se había criado en un hogar católico. Pese a ello, terminó por decantarse ya en su vida adulta por las ideas del protestantismo alemán.
Hitler llegó a quejarse de los miembros del NSDAP que buscaban santificar al Partido, afirmando incluso que se revolvería en su tumba solo de pensar en verse algún día canonizado como santo patrón de las SS.
Lo que el Führer quería era un estado secular pangermánico basado en el lema Blut und Boden ( Sangre y tierra), en el que la raza y la nación estarían por encima de las diversas denominaciones cristianas. Ahora bien, habría que comenzar deconstruyendo las fiestas religiosas, oportunidad y dificultad al mismo tiempo para alcanzar la meta de la secularización del pueblo alemán.
Si bien algunas enseñanzas cristianas colisionaban con la ideología nazi (especialmente la idea de que un judío era el Hijo de Dios), las festividades religiosas podrían aprovecharse para movilizar las fortalezas espirituales o emocionales de la comunidad en torno al nacionalsocialismo.
La Navidad, una de las fechas más señaladas del calendario litúrgico de los cristianos alemanes, era la fecha perfecta para poner en marcha la maquinaria propagandística del Partido. Lo cierto es que, al margen de las propias creencias de los miembros del Partido, poco después del ascenso al poder de Hitler, la Navidad fue moldeada a imagen y semejanza del nazismo: época festiva de arios rubios de ojos azules que recuperaban las antiguas tradiciones nórdicas precristianas, estrechamente ligadas a las tierras germanas.
Los nazis aprovecharon la proximidad de la Navidad con el solsticio de invierno para recobrar el espíritu de las antiguas fiestas paganas, una fiesta que ahora pasaría a ser excusa para la reunión de las familias alemanas en conexión con su pasado mítico mediante la exaltación del nacionalismo, rodeadas de preciosos abetos y troncos de Navidad.
Tradicionalmente, los alemanes usaban la palabra ( Noche santa) para referirse a la Navidad, pero los Nazis promovieron otras dos: Julfest ( Fiesta de Yule) y Rauhnacht ( Noche dura). De este modo perseguían cortar los lazos de las festividades con el cristianismo, enfatizando sus raíces paganas germánicas y recordándole a la gente las frías, oscuras y duras noches de invierno que precedían al regreso del sol.
El subtexto implícito está claro: los días de oscuridad de la Alemania de posguerra (Primera Guerra Mundial) habían llegado a su fin y la salvación había llegado, no de la mano de Cristo y su Reino de Dios, sino gracias al NSDAP y al advenimiento con él de un renovado Imperio Alemán.
Siempre que se podía, tanto en la esfera pública como privada, los aspectos navideños religiosos cristianos eran menospreciados y sustituidos por simbolismo nacionalista y pagano. Se erigieron árboles de Navidad en muchas localidades, coronados ya no por estrellas de Navidad sino por esvásticas, cruces solares germánicas o runas nórdicas empleadas por las SS. Asimismo, se eliminaron las referencias a Cristo o al cristianismo de muchos villancicos.
El Partido Nazi organizó celebraciones masivas en todo el Reich en las que miembros de las Juventudes Hitlerianas (HJ) representaban rituales del solsticio y en las que los soldados realizaban sus "juramentos de fuego" delante de hogueras enormes.
Papa Noel, desde luego, seguía existiendo, aunque bajo apariencia nazificada (la del dios nórdico Odin), convirtiéndose en alguien que traería regalos (principalmente tanques y armas de juguete) a los buenos niños nacionalsocialistas.
Los adultos siguieron con la tradición de intercambiar regalos entre sí. El propio Himmler solía regalar Julleuchter (lámparas de Yule) a sus oficiales, que habían sido elaboradas por los prisioneros del campo de concentración de Dachau.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Julfest trascendió las fronteras alemanas, ya que el Reichspropagandaleitung ( Departamento Central de Propaganda del Partido) editó anualmente un libro para soldados y civiles en el que se incluían historias, canciones e ilustraciones que resaltaban la valentía y el sacrificio de los soldados y sus familiares.
En 1944 y en 1945, con la Segunda Guerra Mundial ya muy en contra, los Nazis trataron de reinventar una vez más la Navidad, dedicándola al recuerdo de los caídos en la lucha. Lo cierto es que por aquel entonces, con la Segunda Guerra Mundial ya decidida, no quedaba mucho espíritu navideño en los corazones de los alemanes.