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Navidades, unas fiestas entrañables Llegan las fiestas má...

Publicado el 11 enero 2014 por Chus

Navidades, unas fiestas entrañables Llegan las fiestas má... Navidades, unas fiestas entrañablesNavidades, unas fiestas entrañables Llegan las fiestas má...   Llegan las fiestas más entrañables del año, para algunos; para otros estas fiestas resultan un tormento, más que nada por la familia política. Eso de aguantar al cuñado o a la suegra a los postres, a veces, resulta trágico. Llegar al café con los trapos sucios de la familia en la sobremesa, eso debe ser… Me contó una amiga que las Navidades de 2012 fueron para ella una pesadilla y que este año -como es médico- se va a pedir la guardia en los días más señalados. El año pasado –me dijo con pesar- terminaron mi marido y mi madre discutiendo a brazo partido y hasta el perro y el gato se subieron encima de la mesa para terminarla de arreglar.Esto de juntarse con la parentela política, quieras que no, en más de algún caso se convierte en una tortura. Yo tampoco me libro de este fenómeno. Mis hijas, clásicas niñas de esta generación que contemplan demasiado a los maridos, me están machacando en estos dos últimos años con la etiqueta que exijo en mi casa para la celebración de estas fiestas. Sus mariditos, burgueses con poco estilo y mucho dinero, se quejan de comer a punta de cuchillo y tenedor y de tener que vestirse de gala para la cena de Nochebuena y Nochevieja. Lo cierto es que yo soy mucha Baronesa, y para mí estos dos yernos van a ser el divertimento perfecto para estas dos entrañables noches. Mis hijas pasarán un bochorno de aquí te espero porque ellas superaran la prueba; pero estos dos burguesitos de marca pero sin firma se las van a ver…   He decidido hacer una cena informal y ya les he dicho a mis hijas que les digan a sus maridos que pueden venir vestidos como gusten, da igual en zapatillas de estar por casa y batín. Vamos, que se relajen en eso de la ropa de etiqueta. Por la parte que me toca no voy a trabajar nada: ni en la cocina, ni sacando los manteles de hilo, vajillas, cubiertos de plata y cristalería. El mantel que lucirá mi mesa será de papel con esos dibujos horteras de Papa Noel y motivos de acebo y campanitas. El menú será internacional: pizza, cuscús, ensaladas y ahumados. La vajilla será un gran plato plano de loza. Cubiertos ni uno. Como única cristalería bastará un vaso de Ikea por persona y las servilletas serán de papel. Querían mis yernos una cena informal y la van a tener… ya lo creo… Les voy a dar gusto y yo voy a darme el gustazo de reírme un rato.
Por otra parte quiero dar una lección a mis hijas, ya que me conocen poco; porque si me conocieran bien, nunca se hubieran atrevido a pedirme el cambio de etiqueta en estas fechas tan señaladas para esta casa. Ellas son mujeres preparadas, con esto quiero decir que están acostumbradas a comer –como vulgarmente se dice- de muchos platos. Yo lo voy a pasar de lujo y mi marido, barón con suerte, también lo pasará bien; eso sí, sin demostrarlo. He contratado a un apuesto joven para esas noches, que hará su aparición en el comedor vestido de repartidor con todas las cajas de Telepizza, una encima de otra, en el justo momento en que estemos todos sentados a la mesa. Al servicio de casa, por supuesto, les he dado fiesta. No les ha parecido bien, tengo que decir: eso de perderse la distinción y no participar de ella les ha sentado como un tiro. Y es que son de la familia. Les he dicho que les enseñaré las fotos de estas primeras fiestas navideñas tan informarles. Ellos se han espantado sólo de pensarlo. ¿Dónde se ha visto un mantel de papel en esta casa? Nunca pude imaginar una mesa de navidad con un mantel de papel –eso me dijo Celestino, mi querido y apreciado mayordomo.La tragedia puede venir cuando se den cuenta de que no hay cubiertos y no habrá cubiertos porque para que mis yernos se sientan completamente liberados del golpe de punta de cuchillo y tenedor, así se darán el gustazo de comer con los dedos. Eso sí, tendrán que hacerlo sin mancharse. A ver si son capaces de hacerlo. Mis hijas por supuesto que sí, les enseñé a comer el cuscús con los dedos al estilo marroquí. Comer con los dedos no es una falta de educación, lo que es una falta de educación es untarse los dedos de grasa y aceite. Los marroquíes y el mundo árabe en general suele comer con las manos, pero sin mancharse los dedos. Es una maravilla verlos comer, con que delicadeza cogen con la yema de los dedos los trozos de carne. Toda mi familia sabrá llevarse el cuscús a la boca con las yemas de los dedos, pero estos dos pardillos añadidos darán la nota y hasta el campanazo: lo dejarán todo perdido, como si hubiera pasado un rebaño de ovejas por la mesa. Lo estoy viendo. Yo los dejaré en ridículo lanzando alguna de mis puyas en mitad de la escena, por ejemplo: ¿Pero es que no os enseñaron en el colegio británico a comer con los dedos…? Van a ser estas Navidades 2013 muy entrañables y para mí la mar de divertidas; en los sucesivo, viendo mi capacidad de convertir una mesa de etiqueta en una fiesta informal tipo cumpleaños infantil, espero que mis hijitas dejen de pedirme a propuesta de sus mariditos que abandone la etiqueta. A otros, esta salida de pata mía, les parecería hasta divertido; pero a mis yernos no. Tienen demasiado sentido del ridículo y en el fondo aman la etiqueta y el lujo; pero les fastidia que mi casa lo tenga y ellos no: demasiados complejos de clase. Ya me relamo del gusto viendo al repartidor entrar en el gran salón de mi casa con la torreta de pizzas; salón donde imperan un soberbio árbol de navidad que sube hasta el techo y un belén napolitano. Belén que gané en el juego a mi hermano pequeño. Yo era una entusiasta de este belén y mi hermano un jugador empedernido. Lo cierto es que le tocó a él en herencia y en una de esas partidas con mucho dinero encima de la mesa, le hice que se jugara el belén a una carta. Mi hermano aceptó el desafío y yo me quedé con esta maravilla de belén del “settecento”. Pero como tengo buen corazón y me considero una mujer muy generosa, se lo pagué bien, muy bien. Adoro a mi hermano y él a mí: lo he sacado de más de un aprieto.   Navidades… unas fiestas entrañables a pesar de las familias políticas. Espero que después de este paréntesis informal, mis hijas y mis yernos me pidan volver a la normalidad; de lo contario, ésta que por linaje es Baronesa de Canillamenuda pasará las navidades en Laponia celebrando el solsticio de invierno con los renos.
Os deseo a todos una feliz Navidad y un venturoso 2014.

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