Revista Salud y Bienestar
Bien lustrosos de buena mañana, los que pueblan este lugar son señores y señoras trajeados. No ha de resultar extraño. Este es su hábitat, ¿qué si no se puede esperar en el rascacielos del Bank of America, en pleno corazón de Manhattan, junto al excepcional Bryant Park?
Esto es lo que hay. Aunque, a esta hora, las miradas se desvían hacia esa mujer. Dentro de la discreción que caracteriza a los neoyorquinos, acostumbrados como están a cruzarse por la calle con celebridades sin pestañear, resulta inevitable fijarse en ella. Cómo no: viste unas mallas negras de atletismo, zapatillas y una camiseta blanca ilustrada, de manga corta. ¿La reconocen? Sí. La cuestión es qué ha traído a la ex tenista Martina Navratilova (54 años, 18 torneos de Grand Slam) de esa guisa –y ahora se pone a hacer estiramientos musculares– a uno de los oráculos de Wall Street donde, según la fama, lo único que se estira es la manga más que el brazo.
No faltan los que recuerdan que a principios de año la vieron en las televisiones. "Después del diagnóstico, lo siguiente peor no es el tratamiento, sino las entrevistas. No quiero ser una heroína, pero lo repetiría porque eso ayuda a otras personas", asegura."La veo muy bien", le comenta un ejecutivo a otro. Entonces explicó que padecía cáncer de mama y hoy está aquí con un aspecto envidiable, muy saludable.
–Estoy curada al 100%.
–Lo suyo es de récord.
–Mi cáncer no era de los peores y lo cogimos pronto. Pasé por el quirófano en marzo yme sometí a radioterapia hasta junio. En agosto empecé a entrenar. Afortunadamente todavía estoy aquí.
Esto lo deja ir dando unos golpes con su puño sobre una mesa de madera, que la superstición también es global. Esta conversación se producirá, sin embargo, arriba de todo, una media hora después de que la reina de Wimbledon acabe su calentamiento abajo, en el vestíbulo del edificio. Aún no son las diez de la mañana del miércoles cuando arranca su ascensión a las 58 plantas de esta torre, 1352 escalones, uno a uno. No es más que una parte de su preparación de cara a la subida al Kilimanjaro que emprenderá el próximo 6 de diciembre (cuatro días y medio para trepar, uno y medio para bajar). Es una acción destinada a recaudar fondos para la fundación Laureus, que utiliza el ejercicio físico como herramienta para el cambio social y que ayuda a un millón de niños en el mundo mediante 78 proyectos.
"Me hacía ilusión llegar a lo más alto de África –confiesa–, es uno de mis sueños y lo iba a emprender en privado. Acepté colaborar porque así tengo la oportunidad de devolver algo al deporte, que tanto me ha dado, es mi agradecimiento". En la torre le acompaña un séquito de adolescentes. La propia Martina lo explicará al final. "Al inicio había conversaciones muy animadas. A partir de la planta ocho o nueve, nadie hablaba, sólo se escuchaba la respiración". En la planta 21, Navratilova descuelga el teléfono de emergencia e imita una llamada al pizzero. En el piso 36 desaparece el mármol de los escalones.
En el 58, en la cima, emerge un Nueva York impresionante, el Empire State o la Chrysler parecen al alcance de una simple zancada. Si los acompañantes desprenden sudor como surtidores, la imagen de Martina es impoluta, como si nada. "Por supuesto que podría competir con las tenistas actuales", responde rápido. "Algunos incluso me dicen que le ganaría a Serena Williams", añade.No ve claro quién es la número uno actual –se decanta por Wozniacki–, mientras que en el terreno masculino se rinde a Rafa Nadal. "En forma es imbatible. Es humilde, es realista, compasivo y juega al máximo en cada partido. Su actitud es fenomenal". Sabe de qué habla tras superar su grave enfermedad.
"¿Cuál es mi lección? Que la actitud lo es todo. Hay que ser positivo. Puedes elegir entre la autocompasión o puedes elegir luchar". –Hay gente que se hunde. –Yo también lloré. Fue una noticia horrible y, al mismo tiempo, tuve la suerte de que todavía estuviera a tiempo. Su empeño no habría sido igual sin los amigos y la familia. "Son esenciales, no se ha de intentar salir desde la soledad. Confiar en los otros te quita mucho estrés. Mi consejo es rodearse de gente que aporte algo positivo".Insiste en el valor de la amistad, aquí, donde precisamente eso no cotiza al alza.
**Publicado en "La Vanguardia"
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