Nayib Bukele, presidente de El Salvador, ya ha encarcelado a más de 73.000 pandilleros, dejando las calles limpias de delincuentes, secuestradores y asesinos y convirtiendo a su país, que era uno de los más inseguros del mundo, en un oasis de seguridad y paz. Su modelo está fascinando a cientos de millones de ciudadanos en todo el mundo, cansados de políticos ineficaces que en lugar de acabar con la inseguridad y la violencia la alimentan para someter a sus pueblos con el miedo. Bukele es producto de la reacción de los ciudadanos contra la vieja clase política que gobierna en casi la totalidad del planeta, integrada por políticos de viejos partidos corrompidos, indecentes y enemigos de sus respectivos pueblos. Ese sentimiento de rechazo a los viejos partidos, sobre todo los socialismos que crean pobreza y muerte y a las derechas inútiles y corruptas, está provocando convulsiones, angustia y el nacimiento de nuevas opciones y partidos, a los que llaman de "ultraderecha" o de "ultraizquierda" para desacreditarlos. Ejemplos de esas nuevas tendencias son, entre otros, Bukele, Bolsonaro, Trump y las nuevas derechas de Europa, como VOX, en España, Víctor Orban, en Hungría, Meloni, en Italia y otros muchos. Pero Bukele, entre todos, es el que ha causado más sorpresa y fascinación en todo el mundo. Se ha limitado a aplicar la ley con rigor, pero la vieja política es tan sucia e inepta que el cumplimiento de las leyes les parece a todo el mundo una revolución. Sin embargo, el liderazgo de Bukele encierra incógnitas y muchas preguntas sin responder, la primera de las cuales es si el suyo es un camino de libertad u otra vía camuflada para llegar a los totalitarismos de Cuba, Venezuela y otros países fabricantes de pobreza y esclavitud. ---
Bukele es un enigma. Su mensaje al mundo es que utilizando la mano dura y sin corrupción los países pueden solucionar sus problemas, esos que perduran siempre y jamás son solucionados por los viejos partidos, sean de derechas o de izquierdas. Entre esos dramas eternos que la política no resuelve nunca están la desigualdad, la corrupción, la pobreza, la escasa calidad de la enseñanza, la inseguridad, la sanidad pública y el respeto a la ciudadanía.
La cuestión clave es si se puede apoyar la mano dura o si la democracia tiene que seguir siendo tolerante. ineficaz, arbitraria y casi delictiva en el trato con la delincuencia, como hace, por ejemplo, Pedro Sánchez en España, que desde que está en el poder se ha disparado la delincuencia, protagonizada por pandilleros marroquíes, argelinos y tunecinos, principalmente, que violan, golpean y roban casi con impunidad, porque el sanchismo quiere inyectar miedo en la sociedad española para dominarla y aniquilar sus libertades.
Bukele ha encerrado en cárceles, como si fueran borregos, a los peores criminales del país, a los miembros de las maras, y ha librado las calles de una delincuencia que era de las peores del mundo. Ese éxito le ha catapultado en el mundo entero como un nuevo modelo de gobernante que tal vez sea el del futuro.
Pero hay dudas y miedos entre los analistas y expertos: Bukele es cualquier cosa menos un demócratas y, además, se ha rodeado para gobernar de antiguos izquierdistas¡, más cercanos a los modelos de Cuba y Venezuela que a la democracia. Son gente con poco respeto a la libertad y demasiada proximidad a la tiranía. El modelo de Bukele no es la antítesis del comunismo creador de pobreza, sino de la democracia. Bukele, si se le analiza con detenimiento y libertad, está más cerca de Daniel Ortega y de Maduro que de los dirigentes de las viejas democracias de Europa.
Hay indicios inquietantes: los grandes proyectos que actúan como cebo para el pueblo, como el tren del Pacífico, y, por encima de todo, la gente que le rodea, donde abundan los antiguos comunistas pro cubanos, gente que permite sospechar y temer que Bukele es otro tirano, por ahora camuflado, como los hermanos Castro o Daniel Ortega.
Habrá que dejar que transcurra el tiempo para que las incógnitas se aclaren y las sospechas actuales tomen cuerpo o se disipen.
Pero, por el momento, Bukele, como Malei en Argentina,representa una esperanza para los pueblos maltratados por la vieja política, llena de socialdemocracia podrida, subvenciones amañadas, amiguismo, corrupción, abuso de poder, impuestos abusivos y mantenimiento eterno de la pobreza, el atraso y la violencia en las calles.
Puede que Bukele sea un tirano camuflado, pero lo que es auténtico es que el pueblo odia a los viejos politicos ineficaces y corrompidos, tanto de izquierdas como de derechas, y que busca con ansiedad a gente decente que ocupe los altos cargos y responsabilidad, hoy en manos de canallas y ladrones, en muchos países maltratados.
Francisco Rubiales