Que 6 millones de judíos fueron exterminados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial es algo de sobra conocido. No lo es tanto, sin embargo, el hecho de que entre esos nazis hubiese dos divisiones de las SS nutridas de voluntarios musulmanes, y que algunos de ellos formaran parte también de la maquinaria de campos de exterminio. Su artífice, un palestino: Haj Amin al-Husseini, Gran Muftí de Jerusalén y uno de los mayores criminales de todo Oriente Medio. Su “labor” jamás mereció reproche oficial alguno. Por contra, la semana pasada, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas mancillaba la memoria de las víctimas de aquella barbarie con una declaración de condena contra Israel, poniendo así en bandeja a los terroristas de Hamas un arma propagandística casi tan dañina como las bombas que lanzan contra las escuelas israelíes.
Vaya por delante que no comparto para nada la política de asentamientos llevada a cabo por Benjamin Netanyahu. Creo que es una torpeza y que, desde luego, no soluciona nada. Pero de ahí a llevar este tema al Consejo de Seguridad media un abismo. Principalmente, porque todavía no he visto una sola muestra de repulsa hacia la llamada Intifada de los Cuchillos, por la que extremistas musulmanes degüellan impunemente a niños y adultos israelíes, cuando no los atropellan, los tirotean o los bombardean.
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Fuente: Elimparcial.es
Autor: Antonio Hualde