Revista Cultura y Ocio
Cualquiera conoce a alguien que compara su existencia con un doloroso error, que antes o después reconoce que no encaja en ningún patrón, que apenas es útil y que no merece el sitio que ocupa. Ese alguien se verá abocado al desastre, a no ser que por un extraño designio se encuentre con alguien con la disposición adecuada y le acompañe sin esperar nada a cambio. Los mayores misterios pertenecen a lo sobrenatural. En ocasiones a quien nada pide, todo se le da. En este caso, verídico de necesidad, así ocurrió. Entonces ese alguien sin nombre, que cualquiera puede conocer, encontró el modo de sacar provecho a su total ineptitud. Se convirtió en ese puro amor que ese otro alguien válido merecía tener. Y una noche le dijo que le llevara a cualquier lugar, y con esa excusa, le dijo que si de camino hacia allí moría, no habría forma más perfecta de hacerlo que a su lado. No es fácil hacer nubes blancas con el vapor del incendio de un fracaso. Pero si se da la oportuna necesidad, cuadra hasta el mismísimo círculo. La luz más brillante puede salir de la sombra más oscura. No existe lo uno sin lo otro. Se trata de completar ciclos, de tener la suficiente paciencia en el dolor hasta que el placer imparable se abra paso, como lo hace el día ante toda noche que pretenda ser eterna. El final es la cura para cualquier principio. Somos maravilla y miseria a partes iguales. Y tenemos la necesidad de elegir a qué nos entregamos. Cualquiera debería saber que el amor ni se pide, ni se exige, tan solo se crea si se da.