Revista Opinión

Necesitamos más autocrítica

Publicado el 22 marzo 2020 por Alba Chaparro @Alba_Chaparro

Suele pasar ante las situaciones de crisis que, los que estamos al margen de los círculos del poder, vemos con clarividencia los errores que las administraciones cometen. No nos falta, desde el punto de vista psicológico, parte de razón. El efecto Dunnig-Kruger establece que las personas con menos aptitudes y conocimientos tienden a sobrestimar sus talentos y viceversa, los más preparados suelen subestimar sus capacidades. No hay más que dar un paseo por las redes sociales para encontrar pruebas de ello: de la noche a la mañana todos nos hemos convertido en expertos gestores de crisis.

En España, la pauta de respuesta ante las decisiones del Ejecutivo suele ser la misma: crítica feroz cuando el Gobierno está formado por los contrarios del espectro político. Es decir, cuando gobierna el Partido Popular la izquierda se echa encima, y cuando gobierna el Partido Socialista es la derecha quien ataca. Y conforme avanza el tiempo más creo que todos tenemos razón. El resultado es que da igual el color ideológico, nuestros gobernantes son todos unos inútiles y esa es la auténtica Marca España. A todos se les ocurren las buenas ideas a posteriori, pero cuando eres el que manda eso no debería valer.

Es una broma de mal gusto que las derechas, que tanto han abanderado la privatización de la sanidad, ahora vengan a criticar que faltan medios y personal para batir al coronavirus. Y es una broma de mal gusto que el Gobierno, que cambió su discurso de un día para otro (exactamente del 8 al 9 de marzo), siga jactándose de que está tomando las medidas necesarias. Perdonad la expresión, pero es DE PUTA COÑA.

Nos han manipulado con intereses electoralistas, tratando el Covid-19 como si fuera una enfermedad poco más grave que una gripe, desoyendo las advertencias de la OMS y acallándolas para la ciudadanía, y ¿para qué? Para quedarnos confinados en nuestras casas, con el sentimiento de haber sido estafados mientras nuestros mayores -y no tan mayores- se mueren. ¡Eso es no tener vergüenza! Y lo peor de todo es que cuando se calme la tempestad, vendrá la calma de la irresponsabilidad política. Quizás la crisis del coronavirus le cueste a Pedro Sánchez y sus socios de gobierno la legislatura, un precio bastante bajo teniendo en cuenta que vamos por más de 1.700 muertos y, según él, "lo peor está por llegar".

Conste que no quiero hacer un ataque partidista, porque lo único que me queda claro es que en España ningún político sabe cómo gestionar una crisis ni lo que significa la responsabilidad política. Ejemplos que avalan esta tesis y hablan por sí solos son los GAL, el caso Filesa, el caso Naseiro, el Prestige, la guerra de Irak, el 11-M, los ERE, la Gürtel, las Tarjetas Black, el caso Palau, el caso Nóos, la crisis de Catalunya... y siempre una misma táctica de actuación: la culpa la tiene el maquinista. Los partidos se desmarcan, nadie sabe nada y todos niegan todo, sólo se reconocen como ciertos los errores del contrario, se busca un chivo expiatorio y a volar. Y, mientras tanto, los ciudadanos hacemos el gilipollas, porque no hay otra definición.

Nos pasamos la vida tirándonos los trastos a la cabeza entre nosotros, dando la cara por unos granujas que nunca dan la cara, tratando de defender lo indefendible porque como les hemos votado, tenemos la necesidad de justificar ese voto; y cuando no hay excusas nos dedicamos al juego del "y tú más". Nos pasamos la vida sin hacer autocrítica y permitiendo que los políticos tampoco la hagan, aceptando que no paguen por sus errores y sintiéndonos ciudadanos por ir a votar cada cuatro años y colgar cuatro memes en Facebook. Nos pasamos la vida discutiendo entre nosotros, enfrentándonos a familiares y amigos por ideas que en lo teórico estarán mejor o peor, pero que en lo práctico dan igual porque todo conduce al mismo camino: sólo el pueblo salva al pueblo, porque los que han de velar por los intereses de la ciudadanía no lo hacen. Pero el pueblo está demasiado ocupado en el juego del "y tú más", cuando en realidad ése es su juego. Y, mientras tanto, se nos pasa la vida.

Lo que más me apena es que no veo solución, si no somos capaces ni de estar en casa para evitar que se mueran nuestros abuelos -y no tan abuelos-, cómo vamos a ser capaces de organizarnos para exigir responsabilidad política, compromiso de Estado. A la vista está que los fines electoralistas son mucho más importantes que las personas, no se gobierna para el beneficio de la gente sino para la maximización de los votos, y los ciudadanos nos dejamos manipular bailando como títeres bajo los hilos de su ambición. Como decía Galeano: "si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido". Así que el resultado es que no cambiamos apenas nada mientras nos enfrentamos entre nosotros, exigiendo una honestidad de la que a veces carecemos. Quizás llegó el momento de hacer más autocrítica antes de reivindicarla. Quizás llegó el momento de plantear una regeneración democrática que vaya más allá de los inoperantes partidos.


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