Hay 2 factores importantes en la salud humana: por una parte las características hereditarias (genes) y por otra el estilo de vida y el ambiente. Nada podemos hacer por nuestra herencia genética, sin embargo, podemos hacer mucho por nuestra salud escogiendo nuestro estilo y hábitos de vida. Podemos, obviamente, disminuir el riesgo de enfermedad o influir en el curso de una enfermedad que ya padezcamos. Por otra parte, todos deseamos envejecer lentamente y con calidad de vida.
Es aquí donde entran en juego la dieta y la nutrición con sus calorías, vitaminas, minerales, aminoácidos y ácidos grasos esenciales. La dieta guarda más relación con las enfermedades y con el proceso de envejecimiento de lo que se creía en el pasado.
Entonces parece obvio que la nutrición es una medida auxiliar perfecta para cualquier tratamiento médico. Siempre será más fácil curar a una persona con un sistema inmunitario sano y bien nutrido que a un organismo enfermo y con desequilibrios nutricionales. En resumidas cuentas, se trata de mejorar la salud mediante una alimentación óptima para cada célula del organismo. Para ello deberemos identificar la ingestión más adecuada de vitaminas y minerales, orientada a alcanzar el mejor estado de salud posible.
Pero incluso cuando seleccionamos los alimentos adecuados, no siempre contamos con los nutrientes que esperábamos encontrar. Los valores nutricionales de los alimentos en las tablas de los libros tan sólo tienen un carácter orientativo, ya que la cantidad real presente en el alimento que se sirve puede oscilar hasta en mil veces con respecto a dichos valores. Las variedades, el agotamiento de los suelos, la recogida antes de la maduración, las pérdidas que
se producen durante el transporte, el almacenamiento, el procesado y el cocinado, así como los residuos, son los responsables de esta diferencia.
Como ejemplo, los procesos tecnológicos industriales y culinarios (p.e. tratamiento a temperatura elevada o desecación mal controlada) pueden provocar daños en las proteínas. Normalmente el aminoácido más frecuentemente afectado es la lisina, pero también sufren la inutilización los aminoácidos: cisteína, metionina, arginina, triptófano e histidina, entre otros.
Las vitaminas más sensibles a estos procesos industriales son normalmente: la vitamina C (se pierde aproximadamente un 10% durante el proceso de congelación) y la tiamina o vitamina B1. Asimismo las verduras poco maduras a la hora de la recolección (p.e. tomate) llegan a presentar un 30 % menos de vitamina C.
En el caso de enranciamiento u oxidación de los lípidos se afectarán las vitaminas A y D así como los ácidos grasos esenciales.
El tabaquismo, el estrés, beber en exceso, la falta de sueño, la inactividad e incluso la ingesta excesiva de algunos nutrientes como las grasas ejercen demasiada presión sobre el organismo. Sin embargo, si nuestro sistema regulador dispone de un suministro adecuado de los principales nutrientes, la química normal de nuestro organismo puede soportar mejor este mal trato.
Otra circunstancia que puede modificar nuestras necesidades de estos micronutrientes es, sin duda, la interacción entre fármacos y nutrientes. Hay numerosos medicamentos que interfieren de alguna forma sobre el metabolismo de los distintos nutrientes; los anticonceptivos orales, con el ácido fólico, la vitamina B6, B12, C y E; los antiácidos con el calcio, fósforo, complejo B y vitaminas A, D y C; antibióticos como la neomicina, tetraciclina y el cloranfenicol con las vitaminas K, A, D y B12. Estas alteraciones son provocadas por mecanismos diversos: compitiendo específicamente con los mecanismos de transporte, bloqueando su transformación en formas activas o aumentando su catabolismo y excreción orgánica.
Una forma de asegurarnos que incorporamos la cantidad adecuada de nutrientes, es tomar suplementos nutricionales junto con las comidas, aunque estas nos parezcan equilibradas. Esto no es simplemente una recomendación para tomar grandes cantidades de suplementos: es el consejo de incorporar la cantidad adecuada, esto es, la dosis óptima.
Mientras los planteamientos tradicionales intentan evitar una sobrecarga de la capacidad de nuestros mecanismos reguladores, el método alternativo es intentar aumentar esa capacidad optimizando su funcionamiento. Es por ello que incluso las personas con una salud aparentemente buena pueden beneficiarse de esta optimización de los nutrientes.