La tecnocracia es un sistema gobierno dirigido por técnicos. En un gobierno tecnócrata, los políticos (técnicos), prescinden de sus convicciones ideológicas y sus decisiones se basarán principalmente en datos empíricos.
El término tecnocracia comenzó a desarrollarse en las primeras décadas del siglo XIX. El sociólogo y filósofo francés Claude-Henri Rouvroy propuso por primera vez, que el poder político fuera asumido por los técnicos y los empresarios industriales que estaban impulsando la transformación de la producción y de la economía francesa.
Casi al mismo tiempo, otro filósofo llamado Auguste Comte, sostenía que la sociedad debía ser dirigida a través de la ciencia y no de la política. Según su teoría aquellos que promovían y controlaban la sociedad industrial estaban también capacitados para encargarse de la dirección de la sociedad.
La tecnocracia nunca ha escondido su intención de intentar sustituir el poder político en vez de apoyarle con su asesoramiento. El tecnócrata intenta que las decisiones políticas puedan ser reemplazadas por aquellas basadas en cálculos y previsiones de tipo científico, sin discriminar a nadie.
El movimiento tecnocrático busca establecer un sistema socioeconómico de crecimiento basado en la abundancia de recursos, al contrario de los sistemas económicos basados en la escasez como son el capitalismo y el comunismo. La principal conclusión del movimiento tecnocrático es que el actual sistema de precios basado en la escasez, es un medio anticuado de distribución en un mundo tecnológicamente avanzado. La tecnocracia considera que los modelos económicos, políticos y administrativos actuales son ya reliquias del pasado
Según Claudio Finzo, en la mentalidad tecnocrática la racionalidad y la “verdad” están unidas. En el pensamiento contemporáneo, la racionalidad está fundada sobre elementos cuantitativos y por lo tanto relega a un segundo plano todo aquello que no sea cuantificable. Como consecuencia de ello, ya no se necesitan tantos juicios de valor y el sistema podría ser en su mayoría más objetivo (justo).
Sin embargo, hasta el comienzo de los años 1930 esta corriente política no tuvo mucho éxito. El posterior auge de la tecnocracia era un reflejo de la progresiva expansión del poder de los técnicos de producción. Como ya mencioné anteriormente, se supuso que quien estaba capacitado para gobernar el proceso industrial empresarial estaba a su vez capacitado para gobernar no solamente la mayoría de los sectores productivos, sino también la sociedad industrial en su conjunto.
Con los numerosos conflictos bélicos del siglo XX, la intervención del Estado en la planificación económica y la integración entre la industria y el sistema de defensa, los tecnócratas se abren camino hacía los más altos niveles de la burocracia estatal y de los aparatos industrial-militares. Además de ello, empiezan a disfrutar del acceso a las mejores facultades universitarias científicas, tecnológicas y económicas. Ejemplo de ello fue, Robert S. McNamara, presidente de la Ford Motor Company, luego Secretario de Defensa de EE. UU. en la época de la guerra de Vietnam (1965-1975) y finalmente presidente del Banco Mundial.
En el mundo actual, marcado principalmente por la globalización de la economía, los tecnócratas puede que ni siquiera estén dentro del Estado. La mayoría de ellos están fuera, sentados detrás de las pantallas de los ordenadores, al servicio de las grandes corporaciones transnacionales, donde toman decisiones que comprometen a los países de todo el mundo. Actualmente constituyen un poder invisible.
Mi opinión es que la tecnocracia sería una posible solución al problema político de España y quizá del mundo avanzado (tecnológicamente). Es hora de dejar al lado las ideologías políticas y centrarnos en la creación de un sistema estable. Un sistema gobernado por miembros expertos en sus campos y elegidos por su Curriculum y no por sus “amigos”. El Estado debería de ser como los buenos padres, que independientemente de sus principios, siempre intentan buscar la mejor solución para sus hijos y su familia. A pesar de esto es de admitir que, en los temas de ámbito social, siempre habrá ideologías por medio.