Me rebelaba como un poseso cuando de pequeño me decían aquello de “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”. Años después, entendí la procedencia de ese dicho aunque continúo sin plegarme a sus designios y rebelándome contra todo aquello que suponga sumisión. En cierta ocasión que me reprocharon no avalar la fusión de UPyD con Ciudadanos comenté que, “si no quiero trabajar para una señora que se ha jugado la vida por la libertad, menos lo voy a hacer por un joven que tiene menos curriculum que talento”.
No, no me ha gustado nunca el concepto de liderazgo, pero sí necesito referentes; necesito alguien que me emocione, que me remueva la conciencia, que me espabile las ideas, que me sacuda la pereza mental, que me muestre las sendas del pensamiento y respete mi libertad de seguirlas o no. Necesito alguien que me emocione con sus palabras porque desde que se fue doña Rosa no me emociono al escuchar. ¿Tendré que buscar las emociones hablando?