No quiero escribir esta entrada. No quiero reaccionar airadamente cada vez que un tonto del haba se mete con la arquitectura y con los arquitectos porque sí, sin dar una razón, sin un fundamento, sin conocimiento de causa. No quiero darle a esa gente boba y autocomplaciente una importancia que no tiene. No quiero ensuciar este blog con mi cabreo y mi desprecio.
Pero es que hacen mucho daño. Es que es un bombardeo continuo desde la tele y desde la radio, una gota malaya inmisericorde. Es que es el insulto gratuito y constante sin que nadie haga nada por frenarlo, y calando un día tras otro en la opinión pública.
Es un lugar común: Nadie lo niega, ni siquiera la gente supuestamente culta. (Esos menos que nadie). Una panda de opinadores indocumentados, bobos y chinchorreros dicen que la arquitectura moderna es una desgracia para la humanidad y que los arquitectos somos los enemigos. Y nadie les calla la boca, nadie les pide que se retracten, que pidan perdón. Es una ofensa gratuita y estúpida, sin el menor fundamento ni la menor base, y que sigue cundiendo.
Uno de estos personajillos patéticos que aletean y cacarean con estas falacias es un tal Adriansens, que se tiene por artista, por hombre muy culto y sensible, que no sabe nada de nada más allá de tres datos inanes y de tres nombres alemanes del siglo diecisiete o dieciocho, que babea sus orgasmos stendhalianos y jadea sus suspiritos y sus exabruptos escupiendo alabanzas a los castillos del Loira y a los orinales del Rey Sol mientras despotrica contra todo lo moderno. Habla con rotundidad, con exaltación, con cabreo, y loa sus bibelots y sus chuminadas grasientas a toda hora. Ah, y además pinta.
Cosita de Adriansens
Ayer, en el programa de radio Julia en la Onda, que dirige Julia Otero en Onda Cero, este mamarracho se ha permitido eructar que no puede perdonar a los arquitectos modernos porque han afeado el mundo. Y nadie le ha mandado callar. Ni siquiera nadie ha mediado o ha intentado terciar, matizar nada. Así, tal cual: Los arquitectos modernos no merecen perdón porque han afeado el mundo.
¿Pero por qué nos tiene usted que perdonar? ¿De qué? ¿Pero quién se ha creído usted que es?
Imaginaos que alguien hiciera una afirmación tan genérica sobre los médicos, los charcuteros o los taxidermistas. Tal vez alguien se sintiera molesto y le pidiera que matizara algo, que puntualizara algún detalle o suavizara alguna expresión. Pero con los arquitectos no hay matices. No pasa nada. Somos el pimpampum, los enemigos de la humanidad.
El otro día un eurodiputado polaco ha dicho que las mujeres deben cobrar menos que los hombres porque son más bajitas y más tontas y se ha liado buena, con toda la razón. Si hubiera dicho que los arquitectos debemos cobrar aún menos de lo que cobramos porque somos la pura maldad nadie se habría sentido molesto.
Cosita de Adriansens
Por otra parte, este odiador de la arquitectura moderna (y de la arquitectura en general, pues diga lo que diga no entiende ni sabe nada de arquitectura, ni le interesa lo arquitectónico) va a Florencia o a Venecia y se despiporra. Le da un stendhalazo que se cae al suelo. Levita y palmotea, y se le cae la baba. Pero habría que haberlo visto allí, en la Florencia del quattrocento, cuando el moderno Brunelleschi se lio la manta a la cabeza y acometió aquella tremenda barbaridad del cupulón.
Cosita de Adriansens
Habría que haberlo visto, al Adriansens, con sus cuadritos de cerrojitos oxidados, diciendo que eso de Brunelleschi era una locura, que eso se iba a cargar el bonito espacio de Santa María de las Flores, que eso desafiaba las leyes de la construcción, de la proporción, de la composición, de la ética y de la bombonería lladroense. Habría que haberlo visto en las tertulias florentinas poniendo a parir a aquel genio que tenía la cúpula metida en la cabeza y en las gónadas. Sí; habría que haberlo visto.
Cosita de Adriansens
Según los adriansenes que agobian y acosan el orbe, todo lo que sea moderno, propopositivo y vanguardista afea el mundo. Afea ese bello mundo decadente de convenciones muertas en el que esta gente vive tranquila, masturbándose con sus pincelitos de pelo de marta y de meloncillo, dibujando cerrojos oxidados o muros desconchados con ese regusto decadente por la fruslería ñoña, ladrillito a ladrillito de dulce y reconfortante moho, de pátina verdosa, de cosquilleo estúpido y desnortado.
Cosita de Adriansens
Mientras tanto, en el mundo hay arquitectos. Afortunadamente siempre ha habido arquitectos y siempre los habrá. Gente que construye, que idea, que inventa soluciones, que resuelve problemas y que mira hacia delante.
Cosita de Adriansens
Dejemos a estos viejos casposos y cascarrabias con sus fruslerías tontas, con sus bellezas sublimes, con sus vahídos y sus arrobamientos. No les molestemos. Dejémosles seguir fermentando, sesteando, mirándose el ombligo con delectación. Dejemos al vetusto y heroico artista que siga durmiendo la siesta, que sueñe con angelitos gordos y con cerrojos oxidados. Dejémosle en su bonito mundo de pin y pon.
Cosita de Adriansens
Y a ver si él también nos deja en paz, coño, que tenemos cosas que hacer.