Brunei es como el país extra que voy a visitar en este viaje. Es el típico país que nadie, o casi nadie visitaría exclusivamente. Se trata de un pequeño sultanato, donde el petróleo manda, y donde su sultán, vela por que el país crezca próspero y que sus gentes sean felices.
El nombre completo del país en castellano se traduce a: Estado de Brunéi, Morada de la Paz
Es un país caro, hablamos de que apenas a dos horas de autobús en Malasia una habitación compartida vale 9€ y aquí lo más barato ronda los 40€, presupuesto que al mochilero se le suele ir de las manos.
Gracias a Dios, tenemos Couchsurfing, y con ello la posibilidad uno de no gastar dinero, y segundo y más importante de ver el país por dentro como de verdad es.
Se sigue hablando Malayo, lo cual es bastante lógico teiendo donde está situado en el mapa.
La religión mayoritaria es el islam, que está representado en el sultán. El sultán es todopoderoso, gracias a él, el país funciona a las mil maravillas, no existen problemas a la vista, ni nada parecido. ¿Pero acaso es oro todo lo que reluce?
Una cosa graciosa del sultán es que es “cercano al pueblo” y en su cumpleaños, él mismo baja al pueblo y cualquiera puede acudir al “besamanos”, es decir, que si te apetece darle la mano al sultán, y a una de las personas más ricas del mundo, simplemente haz cola en su cumpleaños y tu oportunidad está garantizada.
El país está plagado de pozos petrolíferos, y se están llevando la selva por delante para conseguir extraer más y más petróleo.
Un país de esos que a primera vista no ofrece nada especialmente interesante, pero como siempre, creo que he sido capaz de sacarle el máximo a esta parada, os dejaré a vosotros para que lo juzguéis, pero por cosas de la vida ha sido una de las paradas más interesantes del viaje.
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