Hoy este vecino no se va a referir a la política porque está como ya estaba, bien para muchos, los que se supone que votaron a los ganadores, sino no lo comprendo, y mal para otros, pero la defunción de Emma Cohen, Doña Emmanuela Beltrán Rahola, todo un icono de los setenta, cuando no se sabía qué era eso, tampoco ayuda a este vecino.
Quizás no sea el momento políticamente correcto, pero ella formó parte del despertar sexual de este vecino y de muchos españolitos que pasaban su pubertad en el umbral de los setenta, y a quien ésto escribe enseñó a que dentro de cuerpos bonitos, de una arquitectura excelente y delicada, también había personas intelectuales y que no se conformaban con los estándares de su época.
Desde la distancia que da el ser una persona anónima más, la Señora Cohen dio siempre la impresión de querer vivir anteponiendo sus principios por encima de una efímera fama. Para este vecino, Doña Enma, siempre fue alguien especial desde que le deslumbró por su belleza, en una de aquellas películas que se proyectaban en el sistema 70 mm Todd-AO y que era lo más de lo más para la época. Recordaré ese film, “Pierna creciente, falda menguante” (1970), de Javier Aguirre, porque sabía que se había rodado muy cerca de mi lugar de residencia, en escenarios de Deva y San Sebastián; e intentando detectar localizaciones conocidas, le descubrí a ella, y ya todo lo demás de la película, como diría un lobo de mar, me trajo al pairo…
Tampoco ayuda mucho en el estado de ánimo, negro sobre negro, observar como el hombre, y la mujer, es un lobo para el lobo, y la necedad de unos cuantos, mezclando culos, con perdón, y témporas, y poniendo a parir en las redes sociales a un torero fallecido, Víctor Barrio, en el desempeño de su trabajo, que aunque subleve a muchos, recordemos que es legal en este país.
Es alucinante como defienden algunos a los animales, cosa que vaya por delante está muy bien, y a los que son de su especie, aquí viene el problema, por no comulgar con sus ideas, no solo los denigran, sino como en el caso de ese tweet que ha recorrido todo tipo de periódicos y programas de televisión, no duda en meterse hasta con los familiares del fallecido, esgrimiendo como única defensa que él es maestro, en una manera, al parecer, de ver el mundo como un aula inmensa, erigiéndose como “sheriff universal”
En la opinión de este vecino, en ese estallido que cada vez con más frecuencia suele haber en las redes sociales, hay mucho componente de la valentía que da el anonimato, y de querer obtener esa fama, “famoseo” de cinco minutos, y que para unos cuantos parece ser una especie de droga, o de búsqueda de El Dorado de su reconocimiento como juez supremo.
Lo dicho, no sé si el mundo se desmorona o si estoy atravesando una tremenda depresión. A lo peor, más que probable, están ocurriendo ambas cosas, y yo no encuentro la salida de este túnel. Y para empeorarlo, he perdido la foto de Mr. Poitier.*FOTO: DE LA RED