Negro tal vezAttila Veres (trad. de Judit Faller y Andrés Cienfuegos)Sexto PisoRústica / digital | 320 páginas | 23,90€ / 13,29€
Si buscas una versión weird del malestar existencial contemporáneo que recorre nuestro tiempo y te gustan los relatos, no leas más (aquí) y vete directo a la librería a comprar Negro tal vez. Sin embargo, si te apetece quedarte un poco por aquí, te contaré por qué es uno de los libros de relatos más interesantes publicado en español en los últimos años. Doce episodios de terror situados en la Hungría natal de Attila Veres, coexistiendo en un limbo (o espacio liminal, como dice el subtítulo de la colección en inglés) de folclore y una historia nacional desgarrada por la violencia y el extremismo político.
Una lotería del terror
Negro tal vez es como una lotería del terror. En las 12 historias conviven varios subgéneros del terror (weird, folk horror, lovecraftiano, terror urbano...etc) y son abordados con un oscuro sentido del humor y un encanto (casi) travieso. Sus escenarios hiperrealistas, construidos con una precisión de guionista —no en vano, el autor se formó en cine— están repletos de diálogos concisos, descripciones centradas en el detalle exacto. Es precisamente, esta fidelidad a lo mundano, lo que hace que la irrupción de lo fantástico sea tan perturbadora en cada una de sus historias. Como me ocurre cuando leo a Samantha Schweblin y su último libro El buen mal: la realidad se vuelve tan palpable que los terrores más profundos de cualquier humano asoman detrás de cada página. Todas están imbuidas de una sensación muy real de maldad de las que es difícil despegarse.
La cotidianidad, la mundanidad y la normalidad
La mayoría las historias en Negro tal vez son relatos de cambio, ya sea físico, metafísico o psicológico. Estas historias narran el estado intermedio de los personajes, como en un momento de permutación. El tiempo y el espacio de los personajes, o del mundo mismo, se transforma de una entidad reconocible a otra. Muy cercano a los relatos de Bora Chung y su Conejo maldito, la cotidianidad, la mundanidad y la normalidad son una de sus principales características. Todas las historias suceden en ambientes cotidianos que se van volviendo inquietantes, y casi todas las historias la inserción del fantástico no se considera como algo extraño. Sus escenarios son familiares (el del terror urbano, el folk horror anclado en la geografía húngara), pero se van volviendo inquietantes de manera gradualmente, como una extensión natural (aunque horrible) de la realidad. Algo muy palpable en Retorno a la escuela de medianoche, uno de los relatos más espeluznantes de la colección.
Cubierta de la edición en Valancourt PressInquietudes del gótico latinoamericano
Una de las características de los relatos de Attila Veres es que usa el horror para hablar de una tierra que ha sufrido traumas históricos. Negro tal vez encuentra su refugio y lente en la literatura de terror latinoamericana para explicar sus propia realidad en la Europa del Este. Su construcción de realidades alternativas y las estructuras imposibles, y sobre todo el terror aplicado al ámbito de lo social con lo cotidiano como perturbador, hacen de Negro tal vez una lectura única en la que descubrir las tradiciones europeas ocultan frente a la vida del continente moderno. Historias a menudo protagonizadas por marginados o desempleados que sufren un absoluto malestar existencial provocado por su realidad más directa.
El elemento lovecraftiano
Si hay un elemento que permea bastante la ficción de Veres es lo lovecraftiano. Su publicaciones para la revista local The Black Aether tienen gran parte de culpa. El escritor hunde sus garras en el universo lovecraftiano para darle forma a sus propias historias, dotándolo de una sensibilidad contemporánea y europea del Este. Negro tal vez es, en parte, también una colección de terror cósmico para la era moderna. Los dos de los relatos lovecraftianos más evidentes son Multiplicado por cero, que evoca las Tierras del Sueño con una aterradora variedad, y Está entre vosotros, con una adoración inspirada en el libro de Abdul Alhazred. La primera, es una reseña de un paquete de viaje a Askathoth, que no por nada suena igual que el Sultán Demonio. La segunda, nos acerca de cabeza a un culto, el de los Grandes Señores, ilustrando el dilema existencial habitual de Lovecraft pero llevado a su propio terreno.
ParaNoir Pub en BudapestRock y terror de la mano
Dos de mis historias favoritas de la colección —junto con esa versión deformada de La cata de Roald Dahl titulada El complejo ámbar— son Ciudad de niebla y El cielo lleno de cuervos, y nada en absoluto. Ambos están íntimamente ligados con la música, y más en concreto, con el rock clásico, el indie y el metal progresivo, son una especie de fábulas urbanas de la música rock. Ciudad de niebla —que personalmente me llevo de cabeza a Ramiro Sanchiz y su genial Nadie recuerda Mlejnas— está escrita como un falso documental sobre una legendaria banda de rock de los años 90 cuya música nadie parece haber escuchado realmente. El protagonista se obsesiona con encontrar sus grabaciones, sugiriendo que el sonido de la banda tiene el poder de alterar la realidad o deletrear el destino de quienes lo buscan. Mientras, en El cielo lleno de cuervos, y luego nada en absoluto la trama sigue al líder de una banda de heavy metal que es acompañado durante toda su vida por un demonio. Fama, pactos oscuros y la inevitabilidad del horror personal.
El complejo ámbar
Probablemente el que pueda etiquetar como mi relato favorito de este año es El complejo ámbar, lo cual diría que son palabras mayores. Si solo vais a leer un texto de Atila Veres, que sea este. El protagonista, Gábor, es un hombre de unos treinta años que vive en una ciudad deprimente del este de Hungría. La historia da un giro hacia lo extraño cuando Gábor es invitado por un antiguo conocido, ahora millonario, a una degustación exclusiva en una bodega subterránea. Sin embargo, no será una cata muy normal. No son vinos ordinarios. Son sustancias numeradas como Complejos que ofrecen experiencias sensoriales y alucinógenas compartidas. A medida que avanzan en la cata, los participantes no solo beben, sino que acceden a visiones de realidades paralelas, recuerdos de otras personas y una interconexión biológica y espiritual con el pasado y el presente de Hungría. Un horror que nace de lo cotidiano, se expande hacia lo metafísico y está profundamente empapado de una melancolía existencial. El horror de se consciente de que estamos atrapados en nuestra propia existencia y en la historia de nuestro entorno, sin posibilidad de cambio.
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